Un excelente informe elaborado por la División Vinos del Banco Superville, a cargo de Javier Merino, Gustavo Escande, Adrían Rizzo y Leandro Zingoni explican sobre la inversión en los viñedos del país.
Allí se explica que en las últimas tres décadas la superficie total plantada de viñedos de uva para vinificar en Argentina se ha mantenido casi constante con una expansión promedio anual del orden del 0,4%. Visto así, aparece como un sector estancado.
Fue, sin embargo, una de las vitiviniculturas de mayor transformación internacional en variedades plantadas, regiones y tecnología y así compitió con éxito en el exigente mercado mundial que atravesó en ese período su mayor internacionalización y la expansión más significativa de nuevos mercados.
El éxito del Malbec es indiscutible. Pasó de 42 mil hectáreas en 1980 a 10 mil en 1990. Volvió sobre sus pasos de la mano del éxito internacional y en 2018 superó la cifra de hace 40 años, claro que ya no en las mismas regiones y con la misma tecnología.
En casi tres décadas se han plantado casi 140 mil hectáreas de viñedos, el 70% de la superficie actual. La inversión se repartió entre reemplazo de plantaciones existentes y otras nuevas y se puede estimar que se invirtió por lo menos 2 mil millones de dólares, sin tener en cuenta la adquisición de tierras.
Las variedades tintas y especialmente el Malbec lideraron el cambio. Las regiones más aptas para la producción de estos varietales fueron las de mayor expansión.
Un conjunto importante de variedades ha perdido mercado por caída de demanda y su recuperación no se ve clara en un horizonte cercano.
Valor de la uva
El año que concluyó, casi 24 mil millones de pesos, medidos en moneda de junio de 2018, fue el valor de la producción de uva para vinificar en el país. Casi un 6% más bajo que en 2017 y un 5% más elevado que el promedio histórico.
El promedio por hectárea resultó en 117 mil pesos, por encima de los costos promedio de producción, aunque como todo promedio hubo una importante cantidad de productores que no alcanzaron el equilibrio. Es posible también, que una caída de demanda de uvas en combinación con un rendimiento igual o superior en la temporada 2019 deje este valor promedio por debajo del equilibrio.
Como combinación de una baja facturación de vinos y un valor relativamente más elevado de la producción vitícola llevó la proporción entre ambos al 42%, superior al promedio histórico del 39%.
Las perspectivas de 2019 y eventualmente de los próximos dos o tres años parecen indicar un panorama complicado para el sector vitícola, especialmente el que deriva uvas para segmentos de precios más bajos cuyo destino es el mercado interno, con serias dificultades de expansión.
Señales para el futuro
La última década indica que las fincas que lograron un valor de la producción promedio para la década superior a 175 mil pesos (a valores de junio de 2018) aumentaron la superficie a un ritmo anual del 6,3% mientras que en el otro extremo, para facturaciones de menos de 50 mil pesos la tasa de erradicación neta fue del 2,7% anual.
* La evidencia empírica muestra también que entre 125 y 150 mil pesos la superficie casi se ha mantenido estable mientras que un escalón más abajo tuvo una tasa anual negativa del 0,4%.
* El análisis parece sugerir que existe un equilibrio entre 100 y 125 mil pesos de facturación esperada y que por debajo de ese valor no existen incentivos a la plantación de viñedos ya que sus rendimientos económicos no permitan niveles adecuados de rentabilidad.
* Esta falta de viabilidad no lleva directamente a la conclusión de que debe ser erradicada la superficie que esté por debajo de estos valores pero su atractividad de inversión es nula a menos que: se reconvirtiera a variedades más rentables, se apliquen nuevos paquetes tecnológicos que reduzcan costos y/o aumenten rendimientos, si ocurre un poco probable aumento de precios de la uva o cambia el contexto impositivo.
*Si alguno o varios de estos cambios se dieran aún así un cuarto de la superficie total tiene problemas de sustentabilidad, es decir unas 30 mil hectáreas de uvas para vino.
*También muestra la experiencia de la última década que han existido cambios en la cantidad y tamaño de las propiedades. Esto tiene tiene relación directa con la eficiencia pues las propiedades de mayor tamaño permiten distribuir mejor los costos fijos, la adopción de tecnologías y dan escala para la provisión de servicios propios en lugar de contratos a terceros. Además, al ser muchas de ellas propiedades nuevas se han diseñado para permitir la mecanización.
* Actualmente las propiedades que superan las 25 hectáreas, que podríamos denominar como las más eficientes, suman algo más de 100 mil hectáreas y representan el 45,5% del total.
* Al abandonar el sector las más pequeñas, la consecuencia fue un aumento del tamaño promedio de las fincas que pasó 8,5 a 9,2 hectáreas en una década. Seguramente en los próximos años veremos una profundización de este proceso en toda la vitivinicultura pero especialmente en aquellas fincas que rindan por debajo de los 90 mil pesos por hectárea por la combinación de variedades y regiones.
* Vemos aquí tendencias de atractividad de inversión en viñedos que se repetirán en los próximos años como es la búsqueda de regiones dónde la rentabilidad sea relativamente segura por la demanda de ciertos varietales que se adaptan muy bien y con un paquete tecnológico de mayor eficiencia. A esto se agregará el incentivo de un aumento futuro del precio de los viñedos por las fuertes restricciones a la expansión de la superficie total en regiones muy demandadas, en especial derivadas de la disponibilidad de agua para riego.