La cifra a simple vista parece exagerada: 12 en San Juan, 10 en Córdoba, 7 en Mendoza, 5 en La Rioja, 3 en Catamarca, 2 en Jujuy y 1 en Salta, La Pampa y Santiago del Estero. En lo que va de 2017, el país sufrió medio centenar de movimientos sísmicos con la magnitud suficiente como para ser sentidos por los habitantes. ¿La Argentina se está sacudiendo más que antes? 

 

Pese a lo que puede parecer, Mario Araujo, jefe del departamento de Investigaciones Sismológicas del Instituto de Prevención Sísmica (INPRES) explica que en realidad no hay más temblores, sino que contamos con más herramientas para detectarlos: "Es una cantidad normal, en los últimos años no tuvimos un incremento en los eventos sísmicos. Al comparar con la década del ’80 o ’90 claro que sí, pero la diferencia es que entonces teníamos unas 20 estaciones de medición y ahora contamos con 50, además de los convenios con otras de Chile, Brasil y Bolivia". 

 

"Nos alerta de la microsismicidad que existe en distintas zonas del país", afirma. Ahora los sismógrafos registran casi todo, incluso los movimientos leves que en el pasado quedaban fuera de los boletines oficiales, ya que solo se informaban aquellos que eran sentidos por la población.  

 

"Denominamos ‘sismos sentidos’ a los que, además del informe técnico, son reportados por la gente. Normalmente, desde los 2,5 o 3 grados de magnitud ya comienzan a ser percibidos. Nosotros nos comunicamos con las fuerzas vivas de las provincias, Defensa Civil, secretarías de municipios, consultamos con los bomberos y las delegaciones policiales. Queremos saber cómo percibieron el sismo, qué sintieron, los daños que causó", detalla Araujo. 

 

La repetición de los microsismos no crea un riesgo adicional, debido a que la energía de cada uno de ellos es liberada y no hay posibilidad de que se acumule y engendre un terremoto más explosivo. El especialista apunta que "los grandes sismos en realidad son resultado directo de los violentos choques tectónicos de las placa de Nazca y la Sudamericana, megaestructuras de miles de kilómetros de extensión y entre 100 a 150 kms de espesor con un desplazamiento relativo entre ellas de 7 a 8 centímetros por año. Nuestra placa Sudamericana en la que vivimos se mueve hacia el oeste y la de Nazca, que subyace por debajo, se desplaza hacia el este. Ese choque dinámico es el que nos afecta y produjo, entre otras cosas, el levantamiento de la cordillera de los Andes". 

 

Nuestra última "época de grandes terremotos" finalizó hace cuatro décadas. "En 1944, 1952 y 1977, San Juan sufrió tres sismos de entre 6,8° y 7,5°. Nunca volvimos a tener una secuencia de tal magnitud en la región. Tuvimos uno de 6,5° en Catamarca en 2004, uno de 6° en La Rioja en 2002 y otro de 6,3° en Salta en 2010, pero no una seguidilla como esa".  

 

El especialista llama a no confundir las escalas de magnitud -como la de Richter- que "refieren el tamaño del terremoto en cuanto a la energía liberada", mientras que las escalas de intensidad, como la de Mercalli modificada, "miden cómo afecta las construcciones". La magnitud es un dato objetivo: registra la amplitud de la onda en el sismograma y una ecuación refleja el valor del incidente. Mientras que la de intensidad es subjetiva, porque toma en cuenta la evaluación de personas preparadas a tal fin. Los daños en las construcciones comienzan cuando el movimiento telúrico se aproxima al grado 6 de la escala Mercalli modificada. El grado 12 es la representación de la muerte: significa la destrucción total. 

 

Tranquilos, pero no tanto 

 

Nuestro mapa de probabilidades es claro: a medida que nos acercamos al este la frecuencia de sismos disminuye, porque la superficie de choque se encuentra en el oeste. Pero el especialista llama a no confiarse demasiado en las zonas de presunta tranquilidad. 

 

"En Córdoba la magnitud de la actividad sísmica es moderada, pero no hay que descartar un evento de grado 6 o más que pueda generar daños en la propia capital y en las sierras. En Buenos Aires, durante las décadas del ’60 y ’70 tuvimos una secuencia de sismos de magnitud 5 en la zona de Lobos y Chivilcoy. Y no hay que olvidarse nunca del sismo que tuvo lugar en el medio del río de la Plata en 1888", enumera. 

 

El terremoto del Río de la Plata ocurrió el 5 de junio de ese año y alcanzó los 5,5° Richter. Con epicentro a 15 kms de Colonia y a 42 kms del este de Buenos Aires, según las crónicas de época causó pánico, aunque no víctimas. "Hubo daños tanto en la ciudad uruguaya como en la actual Capital Federal, las casas sufrieron la rotura de vidrios y fisuras en sus paredes", relata Araujo. 

 

La pregunta del millón es… ¿cuándo volverá a ocurrir? "Normalmente las fuentes sismogénicas están asociadas a fallas geológicas con períodos de recurrencia que, como cortos, pueden ser de 400 años. Pero algunas tienen hasta 2.000 o 10.000 años de recurrencia. Cuáles de ellas y cuándo volverán a actuar no lo sabemos, porque tampoco conocemos con exactitud cuándo actuaron en la antigüedad como para establecer una secuencia temporal. Acá tenemos solo dos siglos de historia en el estudio de los sismos", explica. "Aunque más allá de que la actividad fue variando a través de millones de años, algo es seguro: pasará más o menos tiempo, pero donde tembló volverá a temblar".

 

Fuente: ambito.com