Las calles repletas de nieve le deben su vida a él. También los árboles, los caminos y las casas que acompañan la vivienda que alguna vez lo tuvo pasando sus horas allí. Un sitio desolado, convertido mágicamente en una zona industrial, con miles de familias paseando por terrenos que antes permanecieron deshabitados. Las chimeneas ya no expulsan el humo de las máquinas. El frío de Detroit regala una imagen angustiante que solo se llena con la inmensa cantidad de carteles que llevan su nombre en la ciudad. La ciudad que creció al lado de Henry Ford: un hombre adelantado.
Nació en 1863 en Dearborn, un pequeño sitio ubicado en Michigan, Estados Unidos. Vivió en una granja junto a su padres, pero a los 17 años decidió irse a Detroit para convertirse en ayudante de un taller mecánico. Fue en 1895 cuando construyó su primer automóvil: un modelo que solo alcanzaba los 32 km/h.
Al conocer su casa se descubre su estilo de vida. Recorrerla permite entender su paciencia y tenacidad. Ford era tan detallista que construyó su vivienda con ladrillos traídos exclusivamente desde el Reino Unido. Tan adelantado a su época que durmió durante todo su matrimonio con su mujer, Clara Bryant, en camas separadas. Ford vio los años 2000 cuando el mundo no conocía aún el 1900.
"El entusiasmo es lo que hace que la esperanza brille como las estrellas. No hay ningún hombre vivo que no sea capaz de hacer más de lo que cree que puede hacer", explicó el ingeniero industrial en una de sus tantas entrevistas.
La ciudad que lo vio crecer aún lo extraña. La crisis económica que sacudió a Estados Unidos en 2008 golpeó notablemente a los ciudadanos de Detroit, muchos de ellos trabajadores industriales pertenecientes al mundo automotriz. "Mi abuelo trabajó en su fábrica y cobraba un salario que le permitía vivir muy bien. Ojalá volvamos a esas época", sostuvo Rachel, una vecina de Detroit.
El impacto de Henry Ford en el mundo empresarial es incalculable. Más allá de haber logrado producir el primer automóvil bajo la cadena de producción masiva (Ford T), adelantó una serie de pronósticos que con el correr de los años fueron tomando forma y color en el universo laboral. La creación de empleos para personas con necesidades físicas o inconvenientes mentales se sumó a la idea de que todos sus empleados inmigrantes estudien inglés. "Las personas deben saber hablar más de un idioma", aseguraba.
"Todo aquello que tu mente puede concebir, es alcanzable", expresó el empresario, al que no le tembló la mano para abandonar un gran puesto como ingeniero en la compañía Edison para regresar al antiguo taller mecánico y poder cumplir el sueño de crear su vehículo. Tenía casi 40 años, pero el tiempo no era un factor que jugase su contra. Tardó 10 años más en materializar el auto que comprarían más de 15 millones de estadounidenses a un precio que rondaba los USD 230. Irrisorio, pero allí fue donde dio el primer paso para seguir alimentando sus sueños.
Cuando el éxito del Ford T era una realidad, notó que la pintura negra que importaba de China se secaba más rápido en sus vehículos. Esto también facilitaba a que la producción sea más ágil y eficiente, entregando más vehículos en menor tiempo. Influenció a los futuros compradores con el siguiente eslogan: "Usted puede pedir un Ford del color que quiera, siempre que sea negro", lo cual generó una oleada de vehículos de ese color circulando por las calles.
A medida que ganaba notoriedad y sus ingresos aumentaban en forma desorbitante, los medios comenzaron a criticarlo. Un periódico de Chicago lo tildó de ignorante e inculto, hecho que lo llevó a iniciarle una demanda al diario. En el juicio, le hicieron preguntas como: "¿Cuántos soldados enviaron los británicos a las colonias americanas para detener la rebelión de 1776?".
Ford respondió: "Me están haciendo preguntas acerca de conceptos que no tienen utilidad práctica ni en la vida ni en los negocios y que únicamente muestran que los conocedores de esas respuestas son personas con mucho tiempo libre. Como empresario no debo saber de todo y me conformo con rodearme de personas que complementan excelentemente sus conocimientos para conseguir que mi empresa esté en el puesto que está".
El empresario decidió entregarle la empresa a su hijo, Edsel, quien falleció a los 49 años producto de un cáncer letal. Años más tarde, fue Henry Ford II (primer hijo de Edsel) quien tomó las riendas de la empresa y dejó que el creador, a sus 82 años, diera un paso al costado.
Antes de fallecer en 1947, Ford entregó su último show. En Fair Lane, lugar que lo tuvo viviendo en sus últimos años, una fuerte inundación afectó la zona, provocando cortes de luz en todas las casas. Ford salió a caminar, con un anotador, y dejó las instrucciones específicas necesarias para que esos problemas no vuelvan a ocurrir. Las obras que se realizaron salvaron la ciudad.
Ford vivió como un pionero y revolucionó la industria automotriz. Quizá no visualizó todos los adelantos que imaginó, pero sin dudas llegó más lejos.
Fuente: Infobae