Señor director:

Niños y ancianos son siempre un símbolo de ternura, de comienzo y experiencia. El tiempo que media entre ambos como un abismo, está cubierto de puentes que permiten vislumbrar correlaciones mentales entre seres tan distantes. Nadie escapa de los inexorables efectos del paso del tiempo que marca a todos los seres humanos en su largo transcurrir. Hoy contemplo a los ancianos. Hay en los seres humanos etapas de transición particularmente difíciles; lo es ser adolescente, también lo es aceptar que se comienza a envejecer. Requiere una readaptación que cuesta asumir. Los hijos han creado nuevos hogares, la viudez ha desmembrado la pareja, los problemas de orden físico o mental requieren una atención especial; el trabajo fecundo ha quedado atrás. Hace algún tiempo, finales del mes de mayo realicé una visita. Una mano guiaba el lápiz de color que representaba el patio de una escuela con el mástil en el centro, la bandera celeste y blanca desplegada en su cúspide, y en el fondo las montañas. Estaba listo para celebrar el 25 de Mayo. No he visitado una escuela sino un hogar para ancianos de los tantos que hay en nuestra provincia, donde encuentran afortunadamente en ellos – salvo las excepciones del caso -, ese "calor" que por muchos motivos la vida les tenía reservado. Allí tejen, leen, ven televisión, comentan sus pasados, festejan sus acontecimientos personales, participan en grupos de gimnasia. Todo está preparado para festejar la fecha patria, con entusiasmo, con ilusión: cintas, banderitas alusivas a la fecha, hasta un dibujo del Cabildo que realizó uno de los internados. Todo está preparado para la gran fiesta, como los chicos en la escuela, con el mismo entusiasmo de un nuevo comienzo, con la alegría de agregar un año más a sus largos caminos, en una sinfonía cósmica donde la vida canta y canta en el corazón oculto de lo que fue….y de lo que es.. 

Carlos R. Buscemi
Escritor