Señor director:
Es mi deseo compartir esta poesía con todos los lectores de vuestro diario, con motivo de conmemorarse en este mes, el fallecimiento del Maestro de América, Domingo Faustino Sarmiento.
¡Que nunca muera!
En esta zona árida,/ donde el agua es conocida/ sólo por el ojo del águila/ y las raíces de las jarillas,curva el hombre su espalda/ y nutre al desierto con semillas,/ que con lágrima de esfuerzo baña,/ por verlas despuntar un día.// Como por arte de magia, surge una letra/ es la inicial que marca una nueva era;/ se escribe la palabra "patria", San Juan se deletrea,/ los próceres narran la historia de la independencia,/ se multiplican montañas, se divide el planeta,/ se habla de aguas que se enlazan en la arena,/ se hermanan las almas y entonan el himno de Blas Parera.// Año tras año se repite la escena;/ se abren las aulas, terrones de azúcar endulzan la escuela;/ los meses pasan, la Navidad se acerca;/ se cierran las aulas, la campana se queja.// Casi sin sentirlo, la maestra,/ va dejando sus fuerzas para que la ignorancia ceda;/ el alumno ya es hombre, "¡Doctor en letras!"/ Un ciclo se ha cumplido, otra alborada despierta/ y como vigorosos retoños de las viñas nuevas,/siempre hay niños en torno a la bandera/ y junto a los niños, una maestra;/ enalteciendo la patria desde la escuela. ¡Oh!… ¡Dios!// Que esta historia nunca muera.
