Gran despliegue escénico, hiperrealismo y pasajes no aptos para espíritus sensibles. Podría decirse que desde La pasión de Cristo especialmente, Mel Gibson ha combinado a su antojo estas variables que también marcaron a Apocalypto, que 10 años después de esa historia, vuelve a imprimir en su nuevo desafío cinematográfico: "Hasta el último hombre", un film ambientado en la segunda guerra mundial que fue ovacionado de pie por diez minutos en el último Festival Internacional de Cine de Venecia, que ya tiene tres nominaciones al Globo de Oro (en los principales rubros: Película dramática, Director y Actor dramático) y hasta dicen que podría ser uno de los favoritos del Oscar… dato nada menor si se tiene en cuenta que Hollywood varias veces le retiró los embajadores, por sus opiniones polémicas sobre temas varios, desde el judaísmo hasta la homosexualidad.

Pero, experto buceador de historias atrapantes para llevar a la gran pantalla como es, la verdad es que esta última -basada en un hecho real- era realmente de película. Y le sacó el jugo.
"Hasta el último hombre" rescata y pone en el bronce cinematográfico a Desmond Doss, un médico que falleció a los 87 años en 2006, encarnado por Andrew Garfield. En 1942, durante la sangrienta guerra contra los japoneses en Okinawa, este joven profesional se alistó para ser parte del ejército norteamericano.

Pero el director de la también épica Corazón Valiente no se regodea en el espíritu patriótico. Lo más jugoso de esta historia es que paradójicamente se trata de un sujeto pacifista, de arraigadas convicciones religiosas (era adventista), que contradice a sus superiores y enfrenta el escarnio de sus propios compañeros, y se manda al frente de tremenda batalla -donde salva 75 vidas ("gallardía" que le valdrá en 1945 una medalla de honor) sin siquiera tocar un fusil, amparado en su fe y en la objeción de conciencia. ¿Entonces? Ahí está la película.

"Siempre tuve en claro que Doss era un personaje muy inspirador, pero varias veces no podía entender del todo por qué. Lo que más me atrajo es la idea de que hay cosas por las que realmente vale la pena morir.

Lo primero que se ve es un hombre que no puede aceptar la idea de hacerle daño a un semejante, pero que a la vez está dispuesto a ponerse en la primera línea de fuego y sacrificarse por los demás", comentó a un medio británico Gibson, para quien esta no es una cinta de guerra ni de religión. "Habla de la fe, de la convicción, del amor puro", marcó.

Sin embargo, su nueva apuesta no deja de lado las cruentas escenas que han atravesado buena parte de su filmografía. Cuentan, y para muestra basta un botón, que por ejemplo se ve a Doss defenderse de la balacera con uno de los torsos mutilados regados en el campo, entre otros espantos.

Y él tiene una explicación, que se podrá o no compartir, pero explicación al fin. "Para hacer que el público comprenda el horror de ciertas situaciones hay que conducirlo en las acciones. Hacer que comprenda el infierno.

No son tan largas las escenas, pero entiendo que se puedan recibir así porque son horribles. Aunque necesarias: la realidad es peor todavía", dijo en nota con Clarín, medio al que también expresó: "En un mundo de superhéroes con trajes de poliuretano elástico, me pareció necesario homenajear a un héroe de verdad".