En artículos anteriores señalábamos la importancia de la educación de la sexualidad y la afectividad. Existimos para amar y ser amados. El amor es uno de los aspectos fundamentales de la vida en el ser humano. En la Biblia está escrito que "Dios es amor” y que creó al ser humano "a su imagen y semejanza". Por lo tanto, la esencia del amor del Creador está incorporada en el hombre y la mujer, que nacen con esta capacidad. Amar es un arte y hay que aprender a darlo. La tarea de los padres aquí es crucial. Como primeros y principales educadores de sus hijos, enseñan a amar, principalmente con su ejemplo y testimonio de vida. Formar a los hijos en los valores morales de afectividad es ayudarlos a desarrollar su capacidad de amar. Es que este sentimiento se vive principalmente en la familia; ella es una íntima comunidad de vida, cuya misión es custodiar, revelar y comunicar este sentimiento supremo. Es en el seno de la familia donde nos humanizamos, aprendemos a pensar, reflexionar, amar, cultivando las virtudes, interiorizando los valores, ejerciendo la libertad con responsabilidad.
Muchos conflictos matrimoniales obedecen a que no se sabe amar. La palabra "amor" es una palabra que la "cultura" del hedonismo ha falsificado, porque la identifica con el placer sexual, con el egoísmo de dos que se instrumentalizan, con el sentimiento superficial cerrado en sí mismo sin compromiso, que es precisamente la antítesis del amor conyugal. Visión egocéntrica que busca su propio bien usando al otro. Se cosifica al otro como "algo", es decir un objeto, que llena mi vida: "te quiero porque me das felicidad", pone "su yo" en el centro de la satisfacción más comúnmente llamada felicidad.
Debemos aprender a expresar el amor desde la infancia para alcanzar la madurez afectiva.
El fundamento de este sentimiento es no usar nunca al otro, no instrumentalizarlo, pues al hacer esto, lo cosifico, atento contra su estatuto de persona para rebajarle al nivel de un medio, de una cosa. Amar se opone a utilizar: si amo, no puedo utilizar al otro, apróvechandome, es decir: actuar con egoísmo.
En efecto, amar es buscar el bien y la felicidad de la otra persona de manera desinteresada, con generosidad y aún con sacrificio. Amar es ser capaz de dar hasta la vida por la otra persona. Por eso, el amor se mide por la capacidad de abnegación hacia quien se ofrece este sentimiento. Por lo tanto, los esposos deben estar dispuestos al amor sacrificial. Es decir, dar sin esperar nada a cambio. Entregar todo, sin miras a las ventajas personales. No es "quiero que me hagas feliz" sino es "quiero hacerte feliz porque así soy feliz". El amor humano, maduro, sólido y fuerte, es aquel que acepta y ama a la persona entera, no solo con las cosas buenas y positivas que enamoran, sino también con los defectos que todos tenemos, y que se acepta como alguien que va a compartir y condicionar toda la vida. Ambos se entregan para enriquecerse mutuamente y formar de esta manera no "dos yo", sino el único "nosotros".
Una de las asignaturas más difíciles de aprender y de vivir, sigue siendo "el arte de amar". El amor, siendo algo maravilloso, está llamado a construirse día a día mediante el compromiso serio y el sacrificio. Sólo este amor lo puede todo.
Por Ricardo Sánchez Recio
Orientador Familiar. Profesor. Lic. en Bioquímica.
