Todo lo ocurrido en torno al impuesto al vino es extraño, sobre todo desde el punto de vista político. Desde que la Nación anunció que le sacaría plata a un sector que está en la lona, hasta la manera en la que decidieron dar marcha atrás, hay puntos sin aclarar. En la gestión de Sergio Uñac aseguran que la decisión de declinar fue del presidente Mauricio Macri y la atribuyen sólo a la presión que hicieron junto al mendocino Alfredo Cornejo y los empresarios del sector. Suena demasiado fácil, atentos al escaso peso específico que tienen las provincias afectadas en el concierto nacional. Si bien es cierto que el macrismo hace gala del “ensayo-error”, y esto pudo haber sido un ejemplo más, todo lo ocurrido en torno al fallido impuesto al vino se parece al clásico “Si pasa, pasa”. La Nación, a veces desconcierta.

La vitivinicultura en el país está peor que nunca y cada vez acoge a menos gente. Según el último informe del Instituto Nacional de Vitivinicultura, la cantidad total de viñedos del país en el año 2016 fue de 24.702 con una superficie de 223.944 hectáreas. Estas cifras indican una suba del 11,4% en las hectáreas y baja del 1,9% en la cantidad de viñedos, siempre comparando los datos con relación al año 2000. El 71% de los viñedos del país se encuentran en la provincia de Mendoza, el 21% en San Juan y el 3% en La Rioja. En 2015, el incremento de hectáreas respecto del año 2000 fue del 12% y hubo una baja del 0,52% en la cantidad de viñedos. Hacia fines de 1979, la superficie sembrada superaba ampliamente las 300 mil hectáreas y había un número similar de viñedos. No es difícil asegurar que se ha retrocedido una enormidad, y que ello es producto de lo mal que la han pasado muchos productores e industriales. Las causas de esta caída son muchísimas y debería ser materia de otro análisis.

 

Lo anterior describe el escenario, el contexto en el que el macrismo intentó actuar. Todo el lío del anuncio de un nuevo impuesto y cómo se da marcha atrás, exhibe tal vez la peor característica del Gobierno nacional. En esto el macrismo actuó como un hombre golpeador que luego de avasallar a su pareja, le pide disculpas, la culpa por lo ocurrido y la conmina al silencio, bajo amenaza de volverla a golpear. El ministro Dujovne actuó de esa forma: golpeó al sector con un impuesto y después intentó culpar al mismo sector, al decir que le agregaba un nuevo impuesto porque uno de los componentes del vino es nocivo para la salud, lo que es una gran mentira, además. A las provincias con vitivinicultura sólo nos falta agradecerle que nos haya levantado el impuesto.

El sector, que había celebrado algunas decisiones macristas de comienzo de gestión, ha quedado golpeado, casi asustado se puede decir. Ya no es la misma confianza y apoyo que había al comienzo. Los gobernantes podrán decir lo que quieran, pero los empresarios son los que vieron la amenaza muy cerca y no la van a olvidar. Para colmo se vinieron con el amargo sabor de estar convencidos de que el Gobierno nacional no sabe de lo que habla cuando habla de vitivinicultura. Justificar el impuesto en que el vino no es saludable, no solamente habla de una extraña ignorancia, sino que también es una acción peligrosa, porque ahora las empresas vinculadas a este sector van a tener que salir a decir lo contrario, que es la verdad en definitiva. Dujovne nunca apareció para hablar cara a cara de lo ocurrido, y solamente envió a uno de los técnicos de su ministerio a exhibir estudios hechos fuera del país. Los bodegueros le respondieron con la simpleza de conocer, y le enseñaron que en ninguno de los países que tiene esta industria existe un impuesto parecido. Eso, entre otros argumentos.

Se calcula que esta industria involucra a unas 400 mil personas distribuidas en provincias que no están cerca de los puertos, que no tienen demasiadas opciones para desarrollar sus economías. Como nunca los empresarios de todos los niveles de este entramado actuaron junto a los gobiernos provinciales y, unificando discurso, evitaron lo que hubiese sido una sentencia de muerte para el sector, y probablemente para las provincias también. Como dice el título de este artículo, si nadie decía nada, pasaba sin pena ni gloria. Las provincias se salvaron por poco, pero evidentemente la amenaza sigue presente.