Recientemente, el Fondo Monetario Internacional advirtió que "lo peor está por venir y para muchas personas 2023 se sentirá como una recesión", en la voz de su economista jefe, Pierre-Olivier Gourinchas. Especificó que no se trataría de una contracción de la economía mundial, sino de un menor crecimiento. Asimismo, reconoció que se "acumulan nubes de tormenta". Una de ellas sería, de acuerdo a la misma fuente, el ya evidente menor crecimiento de China. No obstante, pese a los inevitables alcances globales, tal vez no se trate de algo tan catastrófico, aunque los reordenamientos suelen provocar incertidumbres.

Actualmente, las empresas más grandes y poderosas del mundo no son petroleras ni aquellas que fabrican armas, grandes embarcaciones o aviones, como tampoco las alimenticias o automotrices. Son, pese a lo intangible de algunos de sus productos, las tecnológicas. Compañías como Apple, Google o Microsoft presentan una solidez y dinamismo que su observación resulta orientadora sobre el rumbo que toman los vientos de una época. La política de covid cero que asumió China, con cierres de establecimientos y la consecuente suspensión de largas cadenas comerciales, ha generado consecuencias, especialmente en las estrategias encauzadas a sustentar actividades. Si a esto le sumamos las diatribas beligerantes contra la autonomía de Taiwán, tenemos un cuadro que no puede ni debe ser ajeno a empresas con mercados mundiales, que por ello no pueden mermar su producción. Por ejemplo Apple, que históricamente ha fabricado sus reconocidos teléfonos celulares en China, ha comenzado a manufacturar su nuevo iPhone 14 en India. La misma empresa también está elaborando productos en Vietnam, como también Microsoft. Precisamente India ha advertido tales desplazamientos, que se presentan ya en un grado importante, disponiendo medidas para aprovecharlos. Según revela la agencia Bloomberg, este populoso país va a incentivar a tecnológicas para que se instalen en su territorio mediante importantes incentivos financieros por fabricante, con la condición de inversiones por un lustro al menos. Esto no significa que las compañías mencionadas u otras se retiren de China, sino que diversificarían sus emplazamientos de producción, como una manera de asegurar su continuidad productiva. Estas migraciones comerciales desde China, ciertamente no integrales, posiblemente influyan en su crecimiento, pero a nivel mundial la producción no se alteraría, y lo más probable es que aumente a mejores costos.

Este panorama, ya en desarrollo, propicia lecturas decisivas aplicables a toda nación. Una de ellas constata la estrecha coordinación entre las diversas esferas en las que un país se desenvuelve. La política exterior o interior china, hasta hace poco no había tenido aspectos enfatizados. Pero cada dato o manifestación, efectivamente interactúa con todo componente de la realidad, reconfigurando a cada paso los futuros posibles. No obstante, siempre habrá dos condiciones que cualquier empresa del mundo reclamará para funcionar: estabilidad y seguridad.