La recuperación del mercado laboral argentino ha sido confirmada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), con cifras positivas correspondientes al cuarto trimestre del año pasado. Durante ese lapso se crearon alrededor de 433.000 nuevos puestos de trabajo en el país, un 3,8% más de empleo registrado con respecto a las cifras de igual período de 2016, dice el informe.
La estadística es auspiciosa, porque además las estimaciones de los economistas señalan que la curva del nivel de empleo continuará en ascenso durante el año en curso. La tendencia empresaria es mantener como mínimo los planteles actuales y, de lograr mayor productividad tomar más personal asegurando la estabilidad laboral.
En concreto la última tasa oficial de desocupación fue del 7,2%, lo que implica un descenso con relación al mismo trimestre del año anterior, que había sido del 7,6%, ya que en ese lapso comenzó la movilidad del mercado ocupacional hasta alcanzar los registros difundidos por el Indec.
En este contexto la baja del desempleo en el Gran San Juan fue mayor todavía que la media nacional, lo que señala un repunte de la marcha de la economía. En todos los casos se observa un mayor incremento interanual de empleo desde que comenzó el relevamiento en 2003, pero sin tener en cuenta el período de intervención y manipulación de las estadísticas por parte de Guillermo Moreno.
Conocer la baja del desempleo es una noticia gratificante, pero estamos lejos de superar el grave problema de la desocupación y de la precariedad laboral en la Argentina. Es que en el informe oficial se da cuenta que en el país existen 3,4 millones de personas con problemas de empleo: 1,4 millones de desocupados y el resto subocupados.
El panorama de la población económicamente activa comienza a moverse traccionado por el empleo de la actividad privada, en particular por el desarrollo de la construcción, la mayor generadora de mano de obra y concentrada en áreas urbanas donde el desempleo es mayor. Como contrapartida, la tendencia del mercado de trabajo revela un menor crecimiento del empleo público, una lógica esperada desde hace tiempo no sólo por la mayor demanda privada sino para eliminar el refugio estatal del desocupado.
