Llega el verano y, ya sea intencionalmente o no, nuestra piel está en constante contacto con el Sol. Según especialistas, el efecto acumulativo incrementa mucho el riesgo de desarrollar patologías. Para prevenirlas, es fundamental evitar circular en los horarios no recomendados y, el resto del tiempo, elegir y habituarse a utilizar la protección adecuada.

Razones para protegerse

Los rayos ultravioletas (UV), unos de los componentes de la radiación solar, pueden penetrar la piel y provocar quemaduras, envejecimiento cutáneo prematuro, daño ocular y ciertos tipos de cáncer. Existen tres clases de rayos UV: A, B y C. Los que más nos preocuparían son los UVC porque son muy agresivos, pero la mayoría son absorbidos en la atmósfera —explica Lavieri—; mientras que los UVA y UVB atraviesan mucho más. Las nubes y la capa de ozono no bloquean totalmente los rayos UVB, más riesgosos para el organismo. Es de estas radiaciones de las que nos tenemos que cuidar.

Con respecto a los rayos UVA, especialistas comentan que la capa de ozono los filtra cada vez menos. Estos rayos son responsables del bronceado, pero también, secundariamente, como penetran en las capas profundas de la piel, destruyen el colágeno, producen envejecimiento y cáncer. 

Los protectores solares se clasifican según el factor de protección solar (FPS), un número que identifica la acción contra los rayos UV de acuerdo con el tipo de piel. A mayor FPS, mayor defensa.

El FPS es el número de veces que el producto aumenta la defensa natural. De acuerdo con la Anmat, los protectores solares se encuadran, a modo de orientación, de la siguiente manera:

– Protección baja (FPS entre 6,0 y 14,9): para piel poco sensible a la quemadura solar.

– Protección media (FPS entre 15,0 y 29,9): para piel moderadamente sensible.

– Protección alta (FPS entre 30,0 y 50): para piel muy sensible.

– Protección muy alta (FPS entre 50 y 100): para piel extremadamente sensible.

A la hora de elegir el producto adecuado, los expertos recomiendan los que indican que protegen contra los dos tipos de radiaciones: UVA y UVB.

A la vez, indican que, los protectores con FPS entre 2 y 6 no tienen utilidad. Siempre se recomienda que el FPS sea, como mínimo, 25. Es suficiente cuando se lo usa de forma permanente y siempre que la persona no haya estado en el agua o haya tenido un sudor excesivo.

Para pieles muy sensibles, se aconseja usar un FPS superior a 50. Este es el caso de los niños, que no deben estar expuestos al sol de 10 a 16 y, fuera de este horario, deben ser protegidos con vestimentas adecuadas.

Según la Anmat, en el rotulado principal de un protector solar se debe tener las siguientes advertencias e instrucciones de uso:

“Es necesaria la reaplicación del producto para mantener su efectividad”.

“Ayuda a prevenir las quemaduras solares”.

“Para niños menores de 6 (seis) meses, consultar al médico”.

“Este producto no ofrece ninguna protección contra la insolación”.

“Evite la exposición prolongada de los niños al sol”.

“Aplique abundantemente antes de la exposición al sol”.

“Reaplicar siempre luego de sudoración intensa, nadar o bañarse (secarse con toalla), y durante la exposición al sol”.

“Si la cantidad aplicada no es adecuada, el nivel de protección será significativamente reducido”.

La protección contra los efectos del sol es importante durante todo el año, no solo en verano, ya que la radiación se filtra de forma permanente, incluso, los días nublados o lluviosos. Se recomienda no exponerse entre las 10 y las 16 (como recurso práctico, se puede determinar si el horario es seguro cuando la sombra de una persona es mayor que la altura de su cuerpo). Fuera de ese período, se requiere siempre un protector solar.

Durante las vacaciones, hay que tener en cuenta que, en la arena, el agua y la nieve, los rayos solares se reflejan, por lo que es imprescindible contar con la protección adecuada. 

Debe aplicarse una cantidad abundante del producto 30 minutos antes de salir. Y es clave cubrir toda la piel, sin olvidarse de las partes calvas de la cabeza, del cuero cabelludo, de las orejas, del cuello, de la nariz, de los labios, de los párpados, de los empeines y del dorso de las manos. Como el ojo abierto no tiene defensas y la radiación puede producir cataratas, se aconseja utilizar anteojos apropiados.

Todos los protectores solares, aun los resistentes al agua, deben volver a aplicarse luego de dos horas de exposición continua y después de nadar, hacer ejercicio o transpirar en exceso. Antes de hacerlo, es fundamental asegurarse de que la piel esté bien seca.