Señor director:

El destino adverso, que persiguió implacablemente al conde Zeppelín, ha destruido una de las maravillas de la ingeniería aéreas, creada por los continuadores del gran inventor. La catástrofe ha emocionado el mundo, que lamenta la pérdida de vidas y la destrucción de la portentosa nave. Pero las conquistas de la ciencia no quedan aniquiladas nunca. Este infortunio constituye una lección, como las padecidas por los tesoneros vencedores del aire y de las distancias. El desastre del Hindenburg ocurrió el 6 de mayo de 1937, cuando el dirigible alemán de pasajeros fue destruido durante un intento de aterrizaje en Lakehurst. Allí murieron 35 personas de sus 97 ocupantes a bordo. Justamente se festejaba el aniversario de su primer viaje, empieza a ser presa de las llamas, después de una explosión en la popa. El incidente destrozó la confianza pública en la seguridad de los dirigibles (foto) rígidos para pasajeros y marcó el fin repentino de la era del "dirigible”.