
Nuestra juventud, años "60, vivió con simpatía la revolución cubana (1959), los movimientos tercermundistas, la tercera vía. Eran tiempos de la "guerra fría” y la aparición de las "Venas abiertas de la América Latina”, de Eduardo Galeano, atizó nuestra rebeldía contra el orden mundial establecido en la post guerra. Simplificábamos: el mundo se dividía en explotadores y explotados. Después, fuimos viendo que la cosa tenía matices y eso de "ponga el guiño a la izquierda, pero doble a la derecha” tiró una luz, y comprobamos que podía ser de otra manera. En ese tiempo, apareció por Cosquín un hombre imponente (casi 1,90 m) vestido de gaucho, sombrero de ala ancha, barba, botas y un mensaje campechano y duro. "Yo sé que en el pago me tienen idea, porque a los que mandan no les cabresteo, porque despreciando las huellas ajenas, sé abrirme camino pa’ ir ande quiera”" (versos de El Orejano). Caló muy hondo en la juventud, aquel gaucho guitarrero, que no le temía a los poderosos. Era Jorge Cafrune, jujeño y decidor. Tuvo el atrevimiento en el Cosquín de 1965, porque según él no estaba autorizado, de presentar una tucumanita de voz dulce y enérgica a la vez. Era Mercedes Sosa. También con un canto provocador. El festival se ganó la fama de ser "de izquierda” y comenzó a ser visto con recelo ya en tiempos de Onganía. Después, en pleno proceso represivo, era común que en la sala de sonidos estuviese un "vigilante” con la orden de cortar, cuando la canción se fuera para "la zurda”. Comenzaron a circular las listas negras. De autores y cantores. Cafrune, César Isella, Armando Tejada Gómez, Alfredo Zitarrosa, Horacio Guaraní, León Gieco, entre otros, fueron silenciados y varios marcharon al exilio. Entre ellos Cafrune, que por 1972 fue a Europa, vivió en España y triunfó. Hacia 1978 la enfermedad de su padre le hizo volver. Lo convencieron y la noche del 24 de enero de 1978 se reencontró con su público en Cosquín. Hizo caso omiso de las prohibiciones y cantó todo lo que le pidieron. Unos días después, el 31 de enero, emprendió una marcha a caballo que pretendía llegar a Yapeyú, en honor al General José de San Martín. En el camino lo atropelló un joven que conducía alcoholizado, y murió a consecuencia de los golpes. Era el 1 de febrero de 1978. Cafrune ocupó una época, representó una épica social, y le cantó a esa corriente pura y atrevida, que odiaba la desigualdad. Han pasado cuarenta años, y los versos de "El orejano”, siguen trabados a nosotros, con esa nostalgia gaucha que viene de nuestros antepasados. Como raíz al árbol.
Por Orlando Navarro
Periodista
