Matías Porres, a quien todos conocen como Gringo, tiene 12 años y desde hace cuatro llega religiosamente todas las tardes al hipódromo para dar una mano en los boxes del stud El Pastal. Allí, este pibe que ya aseguró su pase a segundo año del ciclo secundario, durante dos o tres horas dedica su tiempo a distintos caballos. ‘Hago de todo, los baño, les limpio el box, los saco a caminar’. Convence con su pausado hablar. Demuestra que sabe de lo que habla. ‘A los caballos no se les debe castigar, porque no se olvidan nunca y uno los puede arruinar’, afirma con autoridad.
Un tío materno fallecido, Hernán Arce, que se dedicaba al cuidado de la cancha (así le dicen a la pista) con el tractor, fue quien lo introdujo en éste mundo aparte encerrado en las paredes de la entidad de Rivadavia, donde se respira ‘amor por los caballos’, como respondió cuando se le preguntó qué sensación despertaba en él un equino.
Matias es uno de los cinco chicos, de los ocho, que integran la ‘escuelita’ que tiene Roberto Torres. El quíntuple ganador del ‘Sarmiento’, de 60 años, que por una afección en sus caderas no puede montar y se dedica solo a ayudar en tareas de talabartería y herraje a algunos amigos, es desde años quien inculca los primeros palotes de ese metier tan particular que es conducir caballos de carrera a jóvenes aspirantes. Todos los martes, jueves y sábados, de 16:30 en adelante transmite de manera gratuita sus conocimientos a los entusiastas alumnos.
‘Le voy a pedir, por favor, que destaque mi agradecimiento a los cuidadores y propietarios que nos ceden sus caballos para entrenar con los muchachos’, solicitó el hombre de origen chileno, que llegó a San Juan, con 13 años, en 1971. ‘Mi padre Rolando vino a cuidar los caballos de los hermanos Carlos y Hugo Echegaray y nos quedamos’. Vecino de la Villa Hipódromo, Roberto se dedicó durante 28 años a correr en distintas pistas del país. Debuté en 1972, con 15 años, y me retiré en 2001′, amplió quien en 1974, montando a Cohihué ganó su primer clásico. Después vinieron las victorias con Nacarino (1976), Advice (1990), Pichulín (1991) y con Karate (1993).
Torres se encargó de aclarar que la suya es la primera ‘escuelita’ que recibe chicos desde los 8 años, como los que tiene Benjamín González, alumno de segundo grado del Colegio Integral que vestido de jockey saltó de la camioneta de su padre y con la fusta bajo el brazo fue hasta el box para sacar a su caballo bayo. ‘Benja no corre porque, aún es muy chico y no tiene fuerza para controlar a su caballo cuando está en las gateras’, contó su progenitor, quien junto a su esposa miraban orgullosos como el pequeño jinete galopaba sobre su pingo.
Según Torres en todos lados la enseñanza comienza a los 13 o 14 años. Un jockey puede debutar a los 15 años en categoría de ‘aprendiz’. Por su inexperta situación tiene la ventaja de descargar kilos, un hecho que no deja de ser importante cuando el pibe tiene condiciones.
La mayoría de los jóvenes heredaron de sus familiares la pasión por los caballos, como ocurre con Joaquín Luna, de 12 años, hijo del afamado cuidador Juan Luna. Ó, Joaquín Perona, de 14 años hijo de Sergio Perona, también reconocido entrenador. Otros, como Nicolás Rivero, también de 14 años, llegaron porque tenían algún conocido que les abrió las puertas de su paraíso. Ellos, junto a Kevin Flores, que vive en el Médano de Oro y no pudo llegar para la reunión, serán quienes el domingo, en el suspiro que significa correr 200 metros, toquen el cielo con las manos.
DATO
La “escuelita” de jockeys, funciona los días martes, jueves y sábado, desde las 16:30. Sus clases son gratuitas. Los interesados deben contactar en el hipódromo a Roberto Torres.
FRASES
“Es fundamental que aprendan a cuidar a caballo, armar su montura y estribar bien. Después empiezan los ejercicios para trotar, luego galopar y salir de las gateras”
“Nuestro mayor problema son los caballos, tenemos pocos. Los cuidadores y propietarios nos prestan caballos mansitos, de ocho años, para realizar las clases”
Roberto Torres – Profesor de la Escuela