Señor director:
El 18 de enero pasado falleció un amigo en Córdoba, Humberto Sighieri, quien dos días antes publicó su opinión sobre la visita del Santo Padre. De su autoría o no, deseo retransmitirlo, ya que coincido totalmente con este pensamiento y reflexión, en honor a una excelente persona como Humberto:
“¡Qué interesante! Tantos no católicos hablando de lo que debe hacer, decir y pensar el Papa, ¿no? Horas y horas, tipos sin información ni formación interpretando a quién quiere y a quién odia, a quién perdona o no Francisco… Primero habría que repasar el Catecismo, los Mandamientos o el Evangelio… Y ya que están tan interesados en la Iglesia, que se den una vueltita por alguna misa, algún domingo… Causa gracia que alaban su sencillez, pero critican su opción por los pobres; elogian sus intervenciones políticas, pero piden que no se meta con el aborto o con el ‘matrimonio igualitario’; hacen contracaras con el ‘conservadurismo’ de Benedicto XVI o de Juan Pablo II y no saben que, en muchos aspectos, Francisco puede hacer porque sus santos predecesores hicieron, y sigue sus huellas. Le dicen a la Iglesia que se ocupe de los pobres y nada más (sin reconocer que ninguna organización en el mundo hace más por los pobres que la Iglesia Católica), pero les molesta que se meta en otros temas; o algún improvisado pseudo intelectual (no católico) dice que a la Iglesia le conviene que haya pobres, olvidando que el primer deber con los pobres es de cada Estado y que la Iglesia ha ayudado a millones a salir de la pobreza y a crecer, a través de sus incontables obras de misericordia y de su gran labor educadora en todo el mundo, por sobre todo la dignidad humana.
Para todo ello habría que pedir honestidad intelectual y buena fe… No creo que se pueda… Mientras tanto, Francisco (como Benedicto, Juan Pablo II y toda la Iglesia) seguirá caminando, bautizando, evangelizando, corrigiendo nuestros errores (internos) y hasta pidiendo perdón cuando hace falta; condenado el pecado y perdonando al pecador; yendo (especialmente) a donde no lo quieren, para que los hombres vuelvan a Dios y a su paz”.
