El jefe turco Osmán (1258-1324), considerado el fundador del Imperio otomano

El 1 de noviembre de 1922, la Gran Asamblea Nacional Turca abolió el cargo de sultán dándole un último golpe al ya moribundo Imperio otomano, una de las mayores superpotencias que la humanidad ha conocido. Aquel día culminaron unos 600 años de historia y nació la República de Turquía que conocemos actualmente. La dinastía osmanlí -la familia gobernante del imperio desde su fundación en 1299 hasta su disolución- llegó a expandirse a lo largo de tres continentes, reinando en lo que ahora es Bulgaria, Egipto, Grecia, Hungría, Jordania, Líbano, Israel, los territorios palestinos, Macedonia, Rumania, Siria, partes de Arabia Saudita y la costa norte de África. Muchos otros países como Albania, Chipre, Irak, Serbia, Qatar y Yemen también fueron parcial o totalmente otomanos.

La dinastía osmanlí (o Casa de Osmán) comenzó con una oportunidad que Osmán I, quien era líder del imperio selyúcida, no dejó pasar. Tras percatarse de la debilidad de su imperio y el vecino Bizancio, Osmán decidió fundar en 1299 su emirato en Anatolia, el territorio que ahora se conoce como Turquía. Así se convirtió en el fundador y el primer sultán de un Estado turco que comenzaría a expandirse poco después y llegaría a cubrir más de 5 millones de km2. Los descendientes de Osmán, cuyo nombre a veces se escribe Ottman u Othman y de allí vendría el término "otomano", gobernaron la poderosa nación por seis siglos.

LA CAÍDA DE CONSTANTINOPLA

Sin embargo, Olivier Bouquet, profesor de Historia Otomana y Medio Oriente de la Universidad París Diderot, destaca que en 1299 sólo se fundó un "Estado turco"; el Imperio comenzaría a tomar forma con la caída de Constantinopla en 1453.

Con una simbólica entrada a Constantinopla, montado en un caballo blanco, el sultán Mehmed II acabó con mil años del Imperio bizantino y comandó posteriormente el asesinato de gran parte de la población local, obligando al resto a exiliarse. Luego repobló la ciudad trayendo a personas de otras partes del territorio otomano. Mehmed II también cambió el nombre de Constantinopla, que pasó a llamarse Estambul, la "ciudad del Islam", y se dedicó a reconstruirla. De esa manera, la ciudad se convirtió no solo en la capital política y militar del imperio, sino también, por su posición en el cruce de Europa, África y Asia, en un importante centro comercial mundial.

LA RECETA DEL ÉXITO

Aparte de que el poder máximo sólo se transfería a una persona, evitando rivalidades, Bouquet explica que el imperio tuvo éxito por varias otras razones, una de las principales era su carácter de Estado fiscal-militar.

"Era un Estado en el que la extracción de recursos de la riqueza fiscal estaba ligada a la conquista militar, la cual tenía por objetivo adquirir nuevas riquezas y hacer que entraran más impuestos de manera centralizada", dice. Los otomanos también se destacaron por su pragmatismo: tomaron las mejores ideas de otras culturas y las hicieron suyas.

EL PRINCIPIO DEL FIN

Un primer evento que debilitó la superpotencia en la que se había convertido el Estado otomano fue su derrota en la Batalla de Lepanto en 1571, en la que se enfrentó a la Liga Santa, una coalición militar integrada por Estados católicos y liderada por la Monarquía española y un grupo de territorios de lo que ahora es Italia. Fue una de las batallas más sangrientas que la humanidad había visto desde la antigüedad y acabó con la expansión militar otomana en el Mediterráneo. Varios errores de cálculo sumados a la inestabilidad política y económica de Estambul a principios del siglo XX terminaron de desmoronar un imperio cuyo brillo ya estaba empañado.

El primero de ellos fue la Primera Guerra de los Balcanes (1912-1913), en la que se enfrentó a la Liga Balcánica (Bulgaria, Grecia, Montenegro y Serbia), que, apoyada por Rusia, buscaba expulsar a los otomanos de sus tierras. Inferior militarmente, el Imperio otomano perdió la guerra y con ella todos sus territorios en Europa, a excepción de Constantinopla y sus alrededores.

EL GOLPE FINAL

Los territorios otomanos restantes atravesaban un mal momento económico, debido al desarrollo de otras rutas comerciales, una creciente rivalidad comercial con América y Asia y el aumento del desempleo. También se enfrentaban a las ambiciones expansionistas de potencias europeas como Gran Bretaña y Francia. Además, las tensiones entre diferentes grupos religiosos y étnicos habían aumentado. Los armenios, kurdos y griegos, entre otros pueblos, se sentían cada vez más oprimidos por los turcos.

Con todos esos problemas, Estambul se embarcó en una nueva guerra contra una poderosa alianza encabezada por Francia, el Imperio británico, Estados Unidos y Rusia. La victoria de los aliados en Medio Oriente durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue uno de los detonantes de la desintegración del Imperio otomano, que ya tenía sus días contados.

"El Imperio otomano desapareció, pero hay un neootomanismo que se ha desarrollado hay muchas más referencias al Imperio Otomano hoy que las que había a finales del siglo XX", concluye Bouquet.

 

  • El nacimiento de Turquía

Oficialmente, el Imperio Otomano dejó de existir el 1 de noviembre de 1922, cuando se abolió el cargo de sultán y nació la República de Turquía. Tras liderar una revolución republicana, Mustafa Kemal Atatürk, considerado como "el padre de la Turquía moderna", se convirtió en su primer presidente. El último sultán del Imperio otomano, Mehmed VI, temía ser asesinado por los revolucionarios y tuvo que ser evacuado de Estambul por guardias británicos. Terminó exiliado en la Italia de Benito Mussolini, en el balneario de San Remo, el mismo lugar donde se había pactado el reparto de su imperio. Allí murió cuatro años después, tan pobre que las autoridades italianas confiscaron su ataúd hasta que se pagaran las deudas con los comerciantes locales.

Mientras tanto, la naciente república dejaba atrás sus aspiraciones imperiales y se basaba en el kemalismo, una ideología implementada por Atatürk, que defendía el republicanismo, populismo, nacionalismo, secularismo, estatismo y reformismo.

Muchos historiadores aseguran que el secularismo de la Turquía moderna es un "gran" legado del Imperio otomano.

Por Norberto Paredes
BBC News