
El sábado 7 de febrero de 1953, en una mañana muy fría del invierno moskovita, un abogado argentino de 33 años, arriba a las puertas del Kremlin en un automóvil Mercedes Benz con placa diplomática. Es Leopoldo Bravo, embajador argentino ante la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que llega a la sede del Gobierno en Moscú para entrevistarse con Stalin, con la misión de vender lanas y carnes.
Ya sobre el final de la histórica entrevista, cuyos pormenores se encuentran en el libro Pioneros II, Stalin ordena a sus asistentes que de inmediato le entreguen una dacha, cumpliendo con la tradición rusa de tener una casa de campo. Una hora después, deja el Kremlin, no solo con la misión cumplida, sino que obtiene del Generalísimo, una casa de campo.
La "Dacha”, es una típica casa de madera ubicada en el centro de un terreno de cinco mil metros cuadrados, aproximadamente, en el medio de un bosque de serebryani bor, que conocemos como abedules y por el que corren decenas de ardillas. Al fondo, está el río Moscú que rodea una pequeña isla, en el sector este de la ciudad a veinte minutos de Moscú.
En la actualidad la "Isla de Plata”, así se denomina la zona, es un exclusivo barrio cerrado que forma parte de la ciudad y con vecinos como Román Abramovich (propietario del Chelsa), la familia del presidente Vladimir Putin, como así también el Gran Patriarca de la Iglesia Ortodoxa.
En una de sus cotizadas esquinas, la que lleva el número 38, tras una cerca de madera verde, se encuentra esta particular vivienda que José Stalin le concediera a Leopoldo Bravo.
Amurada a una de sus paredes sobre la entrada, encontramos una placa, escrita en ruso y en español, que recuerda la cesión: "Dacha cedida en honor a la amistad ruso-argentina durante los gobiernos del premier José Stalin y del presidente Juan D. Perón representado por el embajador Leopoldo Bravo. El 15 de febrero de 1953”.
Es la Casa de Campo que posee la Argentina en Moscú, en la que cada Fiesta Patria los embajadores sanjuaninos, ofrecían una recepción al staff de gobierno, cuerpo diplomático e invitados especiales.
Por Carlos Ciro Maturano
Historiador – Investigador
