Estuvo angustiada la mayor parte del tiempo. En medio de un llanto que acompañó buena parte de su declaración, Nahir Galarza rompió el silencio. Ante el fiscal Sergio Rondoni Caffa, la joven que confesó que mató a Fernando Pastorizzo el 29 de diciembre declaró ante la justicia y brindó una nueva versión de los hechos. Repasó cómo era la relación entre ellos, habló de un joven con el que Fernando la había visto besándose, detalló qué pasó la noche del crimen, y aseguró, entre otras cosas, que los dos disparos fueron accidentales.
Los pasajes de la declaración:
“El 29 de diciembre, a la medianoche, lo desbloqueo a Fernando del WhatsApp, lo llamo, y como no me contesta, lo bloqueo de nuevo. Entonces enseguida me llamó telefónicamente (…) Me fui a la casa de él a buscar el cargador. Cuando llego, salió re enojado, porque no le atendía el teléfono. Me dijo que era una ‘enferma’, que nunca le atendía, entonces yo solamente le dije que fui a buscar el cargador y que me iba”.
“Él me dijo que me iba a llevar a mi casa. Entonces, para no complicar las cosas le dije ‘está bien’. Cada vez que él estaba enojado o alterado yo le respondía que estaba bien, haciendo lo que él quería para que se calmara. Además, él sabía cómo manipularme, porque me conocía hace bastante y sabía qué palabras decirme para que a mí me duela. Él hacía lo que quería conmigo”
“Cuando llegamos (a mí casa) ya estaba tranquilo. Me pidió si podía entrar, porque quería hablar bien conmigo y lo dejé entrar un rato. Cuando subimos a mi casa, pasamos por la cocina y él agarró el arma de mi papá que estaba en la heladera (NdR: estaba sobre la heladera), y ahí empezó a joder, a moverla para todos lados, (diciendo) ‘mirá el fierro de tu viejo’. Entonces me enojé y le dije que era un enfermo”
“Después estuvimos hablando bien y me convenció de tener relaciones y cuando terminamos, empezó a reprocharme por los chicos con los que me veía. También me decía cosas por lo que había pasado el 25 de Navidad, que mi amiga le había pegado, porque él me estaba insultando, que era un ‘trola’ y, además, porque me había visto dándome un beso con un chico de nombre Rafael. A mí me daba impotencia porque después que se sacaba las ganas me decía cosas, y le dije que no me hablara más y le conté de este chico, que se llamaba Rafael y que hacía tiempo que me hablaba con él”.
“Entonces se enojó mal, le dio un ataque de ira. Yo siempre digo que le daba un ataque de ira, porque se enojaba, empujaba, tiraba cosas. Cuando le digo eso, me tira (de Rafael) me tira de los pelos, me empezó a decir un millón de cosas, a insultar, me decía que era una desesperada y me había dicho una palabra que él sabía que me afectaba: me dijo que era una desaprensiva. Yo me largué a llorar mal (…) Le conté que en ese momento al único que quería era a Rafael y le empecé a echar en cara que por lo menos Rafael me respetaba. Ahí se enojó del todo, me sacó a mi habitación y me empezó a decir que yo me iba con él”.
“Cuando pasamos por la cocina, él agarró el arma de nuevo y me apuntó en la panza, y me dijo que yo me iba con él, porque yo era de él (…) Me tiró de la escalera, de los pelos, y cuando llegamos al patio me abrazó como si nada, y me dijo que si yo quería que él se calmara, que haga lo que me pedía”.
“Sacó la moto, yo estaba adentro de la casa, y desde afuera me empezó a gritar y a decir que yo me iba con él. (Cuando íbamos) por Costanera me empezó a hacer preguntas agresivamente, a decir que era una zorra, que seguro lo había visto (a Rafael) antes de verme con él, que era mentira lo que decía de Rafael. Después agarra por Bolívar y en un momento yo me quiero tirar de la moto y él acelera con todo. Le quise sacar el arma, pero él la tenía sostenida con una mano”.
“Después empezó a bajar la velocidad y yo le dije que por qué le molestaba (Rafael) si él hacía lo mismo, que no éramos nada y le pedí que me llevara a la casa de mi abuela. Él empezó a acelerar un montón, como loco, y en una calle cortada empecé a gritar, él dobló de repente y se empezó a reír”.
“Cuando llegamos a la calle de la casa de mi abuela iba tan rápido que cuando dobló perdió el control de la moto y en ese momento me agarro de él, él agarra la moto con las dos manos, casi nos caímos, y cuando me agarro de él le saqué la pistola. Ni siquiera miré cómo la agarré. En ese momento frena de golpe y yo sentí la primera explosión, y ahí nos caímos los dos de costado. Me alcanzo a parar y como no entendía nada, empecé a temblar; me quedo como sorda, quedé como boba y fue todo rápido; me agacho para mirarlo y ahí es donde sale la segunda explosión que me sorprendió. Me quedé de nuevo sorda, y ahí reaccioné y tiré el arma al piso. No sabía qué hacer, estaba nerviosa, temblando, no sabía qué había pasado”.
“Lo primero que se me cruzó por la mente es que era el arma de mi papá y que le iban a echar la culpa a él, entonces agarré el arma y me fui a mi casa caminando. Cuando llegué estaban todos durmiendo. Dejé el arma donde estaba y me fui a acostar. Tenía nervios, no sabía si lo había matado, no sabía lo que le pasó”.
“Fue un accidente. No supe qué hacer. Me pudieron los nervios. Nunca en mi vida se me cruzó en la cabeza que podía matar a una persona, ni siquiera por todo el maltrato que me hizo”.
“La anterior declaración que hice, en la que dije que lo hice, fue porque no quería que lo culpen a mi papá, porque era su arma y yo no quería que él tenga problemas. Yo no le había contado a mi papá lo que había pasado. No sabía qué decir, no sabía qué hacer, entonces dije lo que dije. Ese día todos defendían a Fernando, si yo contaba esto nadie me iba a creer”.
Nahir no aceptó preguntas y el fiscal dio por terminada la indagatoria. Casi tres horas después de ingresar a los tribunales de Gualeguaychú, la joven se retiró por la misma puerta que había ingresado. Caminó seis pasos hasta un auto blanco que la esperaba en medio de un enorme despliegue policial y que la llevó hasta la Comisaría de la Familia y el Menor, donde está detenida. No hizo declaraciones a la prensa.