Las Naciones Unidas recordaron el lunes último el Día Mundial de los Océanos exhortando a garantizar la protección de la vida marina, con la urgencia de este año clave, porque en los mares se encuentra el 95% de la vida del planeta con el papel fundamental de generar oxígeno y lograr el equilibrio ecológico tanto acuático como terrestre. Es por ello que la protección de los ecosistemas marinos implica un gran desafío internacional como parte de la Agenda 2030 de Desarrollo Sustentable aprobada por todos los Estados miembros.

Este salvataje busca sumar una colaboración universal a la campaña iniciada en años anteriores para terminar con la contaminación oceánica, particularmente por plásticos, pero ahora con el agravante de la sobrepesca, la exploración minera en aguas profundas y las prospecciones petrolíferas. Por eso la ONU prevé evaluar este año los diversos tratados para proteger los océanos a fin de conocer cuál es el nivel de avance y cumplimiento, de manera de incorporar el análisis a las próximas discusiones sobre el cambio climático.

El 95% de la vida del planeta se encuentra en los océanos, pero sólo un 3,5% de la superficie marina está protegida y el objetivo de esta campaña es llegar a una protección mínima del 10%, y no será fácil, teniendo en cuenta la sobreexplotación del recurso desbordado por la pesca ilegal violando sistemáticamente los tratados internacionales al punto de diezmar las especies, tal como ocurre en el mar argentino. El último hecho, días atrás, sorprendió a una patrulla nocturna de la Armada, al observar sobre el borde de las 200 millas de la zona exclusiva lo que parecía las luces de una ciudad en medio del océano. Los casi 400 buques ilegales, principalmente orientales y españoles pescando entre Trelew y Comodoro Rivadavia, era una cantidad mucho mayor a la habitual piratería extranjera, según la Armada, que pudo capturar o poner en fuga a barcos que directamente invadieron nuestra soberanía. Las luces que daban una ilusión sobre el mar en el área exclusiva y adyacente significan un golpe tremendo a la economía nacional.

Esta pesca ilegal ronda los 2.000 millones de dólares anuales en materia prima, un valor que trepa a los 14.000 millones una vez comercializados los productos. Se suma la pérdida de más de 30.000 puestos de trabajo, pero el daño no termina allí sino que también las flotas invasoras buscan especies de gran rentabilidad como el calamar y la merluza. El resto son unas 200.000 toneladas anuales que se descartan, una fuente de proteína que se tira al mar y podría paliar el hambre a millones de argentinos.