
Desde niños, a la gran mayoría de nosotros nos imprimieron en nuestras consciencias el siguiente principio: "Siempre tienes que decir la verdad". Me atrevo a poner en crisis el principio referenciado con la finalidad de repensarlo, no desde una perspectiva filosófica de la verdad, sino desde una mirada moral del problema verdad versus mentira.
Ante la situación actual que vivimos, azotados por el Covid-19, ha llamado a mi atención los rumores, noticias y comentarios que circulan por todos los medios de comunicación que hoy existen. He podido oír y leer que gran cantidad de personas afirman que se difunden informaciones falsas, que no se dice todo lo que en verdad ocurre, etc. Esto me condujo a cuestionarme sobre "la verdad y la mentira".
Tengo una natural tendencia a buscar fundamentos racionales a "mandatos" que habitualmente se dan por sentados, pero que en un mundo como el actual, son necesarias las argumentaciones racionales para sostener una hipótesis como verdadera. El español Fernando Savater, en su libro "Los Diez Mandamientos en el Siglo XXI", pregunta: ¿por qué está mal mentir? o ¿por qué siempre ha de decirse la verdad?
Existen mentiras que, sin darnos cuenta, las hemos aceptado sin ningún peso de consciencia. Así, por ejemplo; la "cortesía" está llena de mentiras -que tengas un buen día, qué bien te ves hoy, que la pases bien, etc.-, este tipo de amabilidad, aun cuando no sea verdadera, pareciera que en nada es condenable, pues generalmente en ellas está basada nuestra relación social medianamente pacífica. Por otro lado, sí podemos dar testimonio, que nos molesta, y mucho, la ausencia de cortesía; es decir, cuando alguien entra en la misma sala en la cual nos encontramos y no pronuncia la fórmula "buenos días, o buenas tardes", solemos, por lo común, molestarnos. Incluso, hay personas que se enorgullecen de este tipo de "sinceridad".
Asimismo, están las mentiras que "causan un daño al otro", aquí si vale la pena detenernos, pues exceden el ejercicio de la libertad individual para ingresar en el terreno de la alteridad, esto es, dañando, perjudicando.
La verdad es un pilar de toda sociedad que se constituye ordenadamente. Si se miente, no se puede formar una sociedad. Es más, sería una sociedad condenada a la destrucción. Esta mentira necesariamente debe ser sancionada.
Las mentiras graves y dañinas son las que entran en lo que se ha dado en llamar, el "contexto oficial", pues dañan la "confianza mutua". El problema es que determinadas mentiras queden exentas de pena, pues es importante que no sean utilizadas para ir en contra de la justicia, del interés público o individual.
En este contexto, en el marco de la "información", hemos de distinguir: por un lado, "la información" de los medios masivos de comunicación y, por otro, la de los simples individuos que utilizan las redes sociales. Los primeros tienen el deber de atenerse al máximo a la objetividad y veracidad de los hechos, de lo contrario, causan un daño a otro u otros. Aquí es donde se ponen sobre la mesa las conocidas "fake news", o "noticias falsas". Por otro lado, la simple "opinión", está caracterizada por ser totalmente subjetiva, son interpretaciones y no tienen por qué ser creídas.
No han de dejarse de mencionar a las llamadas "omisiones voluntarias", la cuestión es: ¿miente quien omite expresar una verdad? Ante esto, puede afirmarse que también se miente cuando no se dice algo que es verdadero y cuya omisión hace que cambie el sentido de las cosas. Es un acto sutil, que puede crear una situación perversa, verbigracia; en procesos judiciales, en política o cuando se habla a la opinión pública.
Empero, en la vida cotidiana, hay "omisiones a la verdad" que pueden ser correctas e incluso buenas. Por ejemplo, cuando el esposo le pregunta a su esposa, ¿estuvo rico el asado que hice?, ella podría decir la verdad y expresar: "se quemó, estaba horrible", pero también puede "omitir la respuesta" y con agilidad mental decir: "No creo que tan rico como mi postre". Y de este modo se evitaría el daño al otro.
Ahora bien, hemos de tener claro que la "verdad" es propia del ser inteligente, esto porque la racionalidad -característica esencial y distintiva del ser humano- busca espontáneamente la verdad.
Como corolario, vivamos siempre en la verdad, siempre que estemos legal o moralmente obligados, y que con ello no causemos un daño a otro, digamos la verdad. Quien ama la verdad, no sólo alcanza la verdadera libertad, sino que experimenta en su vida cotidiana esa libertad.
La mentira y sus formas
San Agustín nos enseña que la "mentira consiste" en "decir la falsedad con la intención de engañar". De esta afirmación se derivan dos consecuencias: decir lo contrario a lo que se piensa o se siente y, decirlo con la intención de engañar. Para mayor claridad, podemos decir que la "mentira" puede revestir numerosas formas, a saber:
* La calumnia. Consiste en mentir causando un daño al buen nombre y honor de alguien, de modo tal que originen juicios falsos sobre ese otro; lo que se dice sobre ese otro es mentira.
* Juicio temerario. Consiste en formar un juicio negativo sobre la persona o la actuación de otro, expresándolo, pero sin tener fundamentos suficientes para ello.
* La maledicencia. Es la expresión de defectos o faltas verdaderas de alguien, a otra persona que los desconoce, lo que solemos llamar como "sacar el cuero".
* Falso Testimonio. Es la afirmación pública y ante una autoridad judicial de algo falso, ha de tenerse presente que, si se ha prestado juramento o promesa de decir verdad, esto constituye a su vez, perjurio.
Así, ha de quedar claro que, las acciones en las que se actúa con la mentira y de las que se siguen males para otro, son especialmente graves y moralmente reprochables, y en algunos casos, jurídicamente sancionables.
Por Juan Manuel García Castrillón
Abogado
