Desolación. Ceferina Ibáñez espera el milagro de que alguien le preste una casa para dejar de vivir en la calle juntos a sus hijos discapacitados.

 

Si alguien dice que el destino se ensañó con ella, no estaría muy errado. A los 5 años, cuando murió su madre, comenzó su dura historia que se mantiene hasta el día de hoy. Hasta ella misma se consuela diciendo ‘mi vida siempre fue así de mala, ya estoy acostumbrada’. Es Ceferina Ibáñez, quien tiene 64 años y no sabe leer ni escribir. Desde hace una semana vive bajo un árbol, en Villa Centenario, en Chimbas, con sus tres hijos discapacitados y con los 40 grados de calor. Fue luego de que los echaran de la casa muy precaria que les prestaron para vivir. Dijo que desde el municipio de este departamento les ofrecieron un par de alternativas para ayudarlos, pero que ninguna ‘sirvió’. Y que siguen ‘esperando un milagro’.

Un fresno que limita con un descampado donde abunda la basura se convirtió en el nuevo hogar de Ceferina y sus tres hijos de 30, 40 y 42 años, los dos más grandes con una discapacidad mental, y el más chico con una malformación física. Pese a esto, él es el encargado de vender medias por la calle para ayudar con el sustento, ya que las pensiones por discapacidad que cobran apenas les alcanza para comer. Esa fue la principal razón del mal momento por el que atraviesan ahora. ‘Por 6 años vivimos en una casa en Villa María, acá en Chimbas, que una familia nos prestó. Pero la vendieron y nos dieron un día para irnos. No nos quedó más remedio que quedarnos en la calle con las pocas cosas que tenemos. Y otra vez tuve que sacar fuerzas para no desamparar a mis hijos y seguir luchando, siempre los 4 juntos’, dijo Ceferina mientras se secaba las lágrimas.

Acomodando las cajas de banana donde guardó las pertenencias de la familia, Ceferina contó que a los 9 años empezó a trabajar en el campo, perdiendo la posibilidad de ir a la escuela y de aprender a leer y escribir, por lo menos. Ya a los 17 años se convirtió en mamá y pensó que su vida cambiaría para mejor. Pero recibió un nuevo golpe. Su hijo Ramón nació con un retraso mental, igual que su segundo hijo, José, que llegó dos años más tarde. Poco tiempo después Ceferina enviudó y tuvo que arreglárselas sola para criar a sus hijos. ‘Volví a formar pareja y tuve a Adrián que nació con la mitad del brazo izquierdo. Y volví a enviudar. Así que crié a mis hijos sola, no me alejaría de ellos por nada del mundo. Por eso cuando del municipio de Chimbas nos ofrecieron llevarnos a un albergue para que dejemos de estar a la intemperie, dije que no, porque nos iban a separar. Y mis hijos no están acostumbrados a estar sin mí’, contó Ceferina.

La mujer agregó que las autoridades departamentales también le ofrecieron ayuda para alquilar, pero que esa opción tampoco resultó efectiva. Dijo que el subsidio que les ofrece el municipio es de $15.000, pero que el alquiler de una vivienda cuesta $30.000 como mínimo, y que no tienen recursos para poner la plata restante y poder alquilar. ‘Hemos buscado casa, pero el alquiler está muy caro. Aunque quisiéramos, no podemos pagarlo ni con la ayuda del municipio. Vamos a seguir buscando. Mientras, seguiremos acá abajo del árbol, con la ayuda de los vecinos que nos convidan agua. Y esperando el milagro de que alguien nos preste una casa a cambio de que se la cuidemos. Ojalá que no llueva o corra un ventarrón porque si no, vamos a perder hasta lo poco que tenemos’, dijo la mujer.

 

  • Un antecedente

En agosto pasado Segundo Alanís, de 77 años y que está en silla de ruedas por padecer cáncer de columna, pasó una noche en la calle, tras ser sacado de su casa por una hijastra que lo denunció por violencia y abuso sexual. Tras este episodio, el hombre se fue a vivir son sus hijas.