Los millones de jóvenes que no encuentran oportunidades laborales lleva al mayor desempleo en 20 años en América latina, afectando tanto a los países emergentes, con ciertos índices de crecimiento, como a las naciones con crisis económicas y sociales agudizadas en los últimos tiempos. Este estancamiento regional se ha convertido en un rasgo estructural que por su magnitud ha encendido las alarmas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), según los resultados de un seguimiento de la demanda ocupacional registrada y del mercado informal, que marcan la inestabilidad del mercado.
El organismo de las Naciones Unidas señala que la frustración se manifiesta en el segmento más joven de la población de manera que uno de cada cinco menores de 24 años que busca trabajo no lo encuentra, una relación que no se da en otras partes del mundo en el segmento del primer empleo. De esta manera la tasa de desocupación juvenil creció hasta el 19,8% el año pasado, el triple de la media de la población adulta, y la mayor desde el 2000 cuando se inició la publicación de los registros del Panorama Laboral de América latina y el Caribe.
Por ello se advierte la gravedad de la falta de oportunidades del primer empleo truncando las aspiraciones de movilidad social lo cual revela, a la luz de las estadísticas, cuán difícil es ser joven en Latinoamérica y el Caribe. Por ello la OIT reclama a los diferentes gobiernos del continente acciones urgentes para revertir el sombrío panorama. En particular, este llamado es para los once países donde más se contrajo el contrato laboral: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, México, Paraguay, Perú y Uruguay, que tienen casi el 90% de la fuerza ocupacional en la región. Las olas de protestas sociales registradas en los últimos meses en diferentes lugares, confirman esta crisis de expectativas generacional.
Se trata de un diagnóstico preocupante en base a cifras oficiales en una región en la que viven 110 millones de personas de entre 15 y 24 años, una cifra que se ha triplicado desde mediados del siglo pasado. Son jóvenes que a pesar de haber recibido una mayor educación que las generaciones previas, gracias a que nacieron en una época marcada por el crecimiento económico -el auge de las materias primas-, enfrentan actualmente una inserción laboral caracterizada por la elevada precariedad. De los que trabajan, seis de cada diez lo hacen en "negro", y el 22% son los llamados "ni-nis", ni estudian ni trabajan. Esta situación aún es más crítica entre las mujeres.
La distorsión se agrava al comprobarse que la mayor ocupación se logra con el empleo público, casi prebendario, un refugio ante la caída de la demanda privada.
