La foto dio la vuelta al mundo y simbolizó las primeras horas del 30-A, cuando un grupo de guardias nacionales se unieron a la lucha de la oposición después de que el presidente encargado, Juan Guaidó, llamara a un alzamiento que finalmente resultó fallido. La imagen mostraba a una mujer con la boca tapada corriendo al encuentro de un guardia, con una mano en alto cada uno, con la intención de chocarlas. Una marea de gas lacrimógeno los rodea.
"Nos estaban lanzando gases desde la base aérea de La Carlota [donde estaban los militares leales al chavismo]. Una bomba lacrimógena cayó muy cerca de mí, a mis pies. La agarré y la lancé lejos. Ahí me di cuenta que era la primera bomba que yo devolvía y comencé a celebrarlo con mi hijo, que estaba a mi lado. Me dio emoción. Todo el mundo se reía. El guardia me dijo ‘¡chócala!’ y justo cuando la choqué me tomaron la foto", explicó a Anais Serrano, caraqueña de 37 años y madre de Carlos, de 21. Esta historia no se entiende sin madre e hijo, sin la lucha de uno y el amor de la otra.
El fotógrafo Sergio Vergara acababa de inmortalizar para la agencia AP algo más que una imagen. El guardia celebró el atrevimiento de la madre, protegida por los guantes que usan los jóvenes que enfrentan a las fuerzas gubernamentales.
Dos días después de aquella batalla, Anais y Carlos contaron a LA NACION su historia en la sala de urgencias de Salud Chacao, cerca del lugar de los hechos. El joven ha acudido a que le extraigan varios perdigones que tiene repartidos por cabeza, cuello y brazos. "Aquel día nos avisó de las protestas una amiga y mi hijo y yo bajamos corriendo hasta el Distribuidor Altamira, donde estaban Leopoldo López, Juan Guaidó y los guardias. Todavía había muy poca gente, como 50 personas. Que Leopoldo estuviera en la calle significaba que algo bueno estaba pasando", rememoró la mujer mientras su hijo era atendido por el personal médico.
"Fue llegando más gente. Nosotros bendecíamos a los guardias, les dábamos las gracias, estábamos tan agradecidos por su presencia. Hasta que comenzaron a disparar hacia donde estábamos y nuestros guardias respondieron. Se armó la locura y nos fuimos otra vez hacia Altamira. Yo siempre persiguiendo a mi hijo", explicó la caraqueña, quien también sufrió la salvaje represión policial al día siguiente, durante las marchas del 1° de Mayo.
"Fue enorme, jamás escuchamos tantos disparos, incluso vimos muchos heridos de bala. La Policía Nacional Bolivariana (PNB) nos emboscó y corrimos a refugiarnos en La Floresta, nos resguardamos en las casas. Ahí nos perdimos y yo me refugié en una casa con seis personas más. Llegaron los policías y nos arrodillaron en el piso. Me pusieron el cañón de una escopeta en la cabeza, lo que querían eran robarnos. Yo pude esconder mi bolso, a los demás les robaron los celulares. A un hombre le dispararon a quemarropa en la cabeza con los perdigones", relató apesadumbrada, convencida de que el chavismo pretende instalar su "política del terror".