Transcurre el tiempo de Navidad, que no está circunscripto a un solo día, sino que en él se celebran otros hechos trascendentales. En este tiempo reunimos lo que hemos pensado en el tiempo de Adviento, celebramos la venida de Dios a la temporalidad humana, Dios viene a nuestro encuentro, por lo tanto, entramos al tiempo de Navidad y entendemos su significado cuando dejamos que la acción de Dios llegue a nosotros y nos transforme.

Si dejamos que Dios entre en nuestra vida nos transformamos. Puede ser una oportunidad para encontrar la dimensión contemplativa del hombre; la agitación del mundo, la dispersión, apartan con frecuencia de esa dimensión al hombre moderno. La teología ayuda a descubrir cuándo la acción de Dios llega a nosotros.

H. U. von Balthasar busca una instancia en la que la acción y la contemplación se unen. En el origen la palabra contemplación es usada en la filosofía griega, que quiere contemplar lo que las cosas son, la esencia, idea en el platonismo; las cosas, lo que se ve, el fenómeno, nos lleva a la esencia. Pero para ese autor en el antiguo testamento, el sentido de la contemplación es más profundo, ya que el creyente sabe que existe por un acto creador libre de Dios, no porque necesariamente tenía que ser así en una especie de destino; Dios nos creó porque quiso. Entonces ya nuestra existencia es motivo de asombro y contemplación.

Eso no era conocido en la antigüedad griega, en el platonismo se considera que el alma existe desde la eternidad; en el A T se conoce la idea de creación por un acto libre de Dios.

Además, cuando Israel actuaba sin consultar a Dios erraba, se podía consultar el pensamiento de Dios en la profecía, el oráculo y en la meditación de la Ley de Dios; en un texto titulado "¿Mas allá de la acción y de la contemplación?”, en "Lo cristiano” Agape Libros, 2018, expresa que esa meditación hace que la acción humana dé frutos. Había que procurar que se conociera la palabra de Dios. La situación cambia en el cristianismo porque ahora La palabra nace y vive con nosotros. En el lenguaje evangélico "el Verbo se hizo carne”, ahora se unen las naturalezas divina y humana.

La contemplación y la acción pueden unirse, el misterio que contemplamos se suma a la presencia de la palabra de Dios entre nosotros, por lo que podemos actuar según el pensamiento de Dios, si nos dejamos transformar por esa Palabra.

De esa transformación se ha hablado como nuestra participación en la naturaleza divina.

Pedro habla de la gloria y virtud de Cristo por las que se nos han concedido las promesas que nos hacen participar de la naturaleza divina.

La participación en la naturaleza divina ha originado estudios teológicos, el papa Benedicto XVI en la audiencia general del 4 de enero de 2012 se refiere a eso.

"el Verbo asumió nuestra humanidad y, en cambio, la naturaleza humana fue elevada a la dignidad divina” En la filosofía medieval se pensó en una presencia nueva en la que Dios comunica su vida trinitaria por amor al hombre; por esa presencia la naturaleza llega más allá, ese más allá la hace ser así misma, la transformación producida por la gracia la hace ser lo que en su naturaleza debe ser. La condición humana se mantiene, pero elevada por la gracia a la presencia de Dios.

 

Por Manuel Castillo
Profesor titular de Antropología Filosófica en la FFHyA de la UNSJ. Doctor en Filosofía.