Dicen que el amor es ciego y la locura lo acompaña desde siempre, como fiel lazarillo. Aunque la locura bien podría ser la causa de la ceguera del amor. Así lo entendió el poeta uruguayo Mario Benedetti (1920-2009), a quien se le atribuye uno de los cuentos más bellos sobre emociones y sentimientos: "El amor y la Locura". El cuento es una metáfora perfecta de la relación entre ambas.
Fue la locura quien ciertamente aburrida, propuso a los sentimientos jugar a las escondidas. Todos encontraron guarida rápidamente, menos el amor, hasta que divisó un hermoso rosal y no dudó en esconderse entre sus flores. Uno por uno locura encontró a todos los sentimientos, pero el amor no aparecía. A punto de darse por vencida, observó un rosal y con una horqueta removió todas las flores, hasta que un grito desgarrador la paralizo. Al remover las rosas, locura hirió con la horqueta los ojos del amor. Desde entonces, el amor es ciego y locura en recompensa, su eterno lazarillo.
Hasta aquí el hermoso relato de Benedetti. Dicen que la realidad suele matar al relato, pues aquí lo confirma. Lo cierto es que sin locura no hay amor, en cualquiera de sus formas. Porque el amor duele. No hablo de las heridas del amor, que también existen, sino de la esencia de un sentimiento que se conjuga en la entrega de sí. Tal vez, la locura no esté tanto en el darse como en la felicidad que encontramos al despojarnos. La expresión humana más acabada de ese desasimiento es el acto de parir. Por eso el duelo (de dolor) que transitamos las mujeres después del parto. El despojo es total, pero también es total, la felicidad cuando abrazamos al hijo que acaba de nacer.
Claro que ni el cuento de Benedetti ni mucho menos estas líneas pretenden ser una apología del dolor. El dolor nunca es un fin en sí mismo, sino un instrumento para alcanzar un fin, en este caso, la felicidad. Ciertamente que la felicidad es una vocación arraigada en la naturaleza humana, pero ser feliz es una decisión personal. Y esa decisión tiene que ver en cómo transitamos el dolor.
La locura del "Himno a la Caridad"
Siglos antes que Benedetti escribiera su memorable cuento, el gran pedagogo de la Biblia, San Pablo, escribió su inmortal "Himno a la Caridad" (1 Co 13,4-7) En su insuperable descripción del amor humano, San Pablo dejó entrever la locura del amor. En cada una de las características que enumera, está ínsita la idea de que el amor no es sólo un sentimiento sino una forma de hacer el bien (Francisco, Amoris Laetitia, 94) Es el sentido que tiene la expresión amar en hebreo: "Ahavá", que significa tanto "yo doy" como "amor". Y en eso consiste, precisamente la locura del amor, en ese desprendimiento y entrega de sí. Por eso el amor, nos recuerda Francisco, puede ir más allá de la justicia y desbordarse gratis, "sin esperar nada a cambio" (AL,102). Ya San Ignacio, el Santo de Loyola, en el siglo XVI, recomendaba que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras ("Ejercicios Espirituales": Contemplación para alcanzar amor (230). Tampoco debe sorprendernos que el Papa Francisco, recalque con fuerza el "dinamismo contracultural del amor, capaz de hacerle frente a cualquier cosa que pueda amenazarlo (AL, 111).
El amor y el sentido de la vida
En cierta ocasión, dando una conferencia sobre "El amor humano" en la ciudad de Rosario, un joven me preguntó: ¿qué sentido tiene amar, en un mundo sin sentido? Confieso que la pregunta me sorprendió. Le respondí con una conocida anécdota de Víctor Frankl que habla sobre el sentido de la vida, pues me pareció que era el eje de la pregunta. "Cuando era estudiante, un profesor de Física nos dijo: la vida no es, al fin y al cabo, más que un proceso de combustión y oxidación. Yo salté a decir: ¿qué sentido tiene entonces, la vida? No estoy dispuesto a ser simple proceso de oxidación" (La Psicoterapia al alcance de todos, Herder 1985 p.13) Seguramente ninguno de los aquí presentes, está dispuesto a ello. Bien puede ser el amor eficaz inhibidor de la oxidación, dando sentido a la vida, respondí al joven rosarino. Efectivamente, en el amor, la persona se realiza a sí misma cuanto más sale al encuentro del otro. Tal vez esta sea la locura del amor, que dándote te encuentras.
Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo
