La clase arranca a las 8.30 o 9, según la época del año. Pero ella se levanta a las 4.30 para poder llegar a tiempo. A esa hora comienza un largo y sacrificado recorrido que incluye desde hacer dedo en postas hasta una larga caminata. Así lo hizo durante los 13 años que lleva desempeñándose en la Escuela Batalla de Suipacha, en Retamito, Sarmiento, sin quejarse ni arrepentirse de haber tomado ese cargo. Es más, llora sólo al pensar que algún día deberá jubilarse. Es Susana Angulo, una maestra de 62 años que vive en Rivadavia y que todos los días camina 14 kilómetros para darles clases a sus 10 alumnos. Ayer recibió un reconocimiento por parte del Ministerio de Educación, que le entregó un módulo habitacional para que esté más cómoda cuando se queda a dormir en la escuela.
"Yo no cambio a mis niños por nada del mundo. No me importa seguir soportando calores y fríos por estos caminos desérticos", dijo Susana para comenzar a relatar su historia.
Hace 13 años, y por un concurso de ascenso, le salió la oportunidad de trabajar en dos destinos. Eligió la escuela de Retamito, sin siquiera conocer lo inhóspito del lugar, su lejanía de la zona urbana de Sarmiento y, sobre todo, la falta de servicios esenciales como el de transporte de pasajeros y un camino de acceso aceptable. Condiciones que persisten hasta el día de hoy. "Hace unos años me compré un autito de segunda mano para venir a la escuela pero el camino me lo destruyó así que volví a mi circuito de hacer dedo y caminar", contó.
Susana se levanta a las 4.30 para desayunar y llegar temprano a la Ruta 40, luego de que la lleva algún familiar, para hacer dedo. Dijo que lleva tantos años haciendo esto que muchos de los camioneros que van a Sarmiento o a Mendoza ya la conocen y la llevan sin problemas. Pero ese primer aventón llega hasta el cruce de las rutas 40 y 319 que lleva hacia Los Berros. En esa esquina, la maestra vuelve a hacer dedo hasta Cañada Honda y de allí hasta Guanacache. "Siempre espero a los muchachos que van a trabajar a Guanacache para que me lleven, por suerte son todos de muy buen corazón. Desde ahí comienza la caminata de 7 kilómetros de ida y 7 de vuelta a la escuela", dijo la maestra.
Una botella de agua, protector solar, un paraguas y un par de bolsas resistentes son elementos infaltables en la mochila de Susana. Las bolsas las usa para envolverse los pies y poder atravesar un paso de agua sin mojarse, sobre todo cuando hay creciente.
Ningún obstáculo impide que llegue a dictar clases, aunque a veces el cansancio se hace sentir y prefiere quedarse a dormir en el aula y sin ningún tipo de comodidad, antes de comenzar el sacrificado regreso a casa.
Es por eso que, en reconocimiento a su labor, el Ministerio de Educación decidió "premiarla" con un módulo habitacional completamente amoblado que le instalaron en la escuela para que descanse cada vez que se quede. Y que ella pudo ver ayer mismo.
Sorprendida. La maestra se sorprendió al ver las comodidades que ofrece el módulo habitacional, que tiene hasta baño incluido.
Otro reconocimiento
La Escuela Suipacha fue fundada el 7 de junio de 1910. Como no tuvo un acto oficial por el centenario, ayer el Ministerio de Educación descubrió una placa alusiva a este fecha. En el acto de descubrimiento participaron otros miembros de su gabinete y Susana Angulo que también es la directora de esta institución.
Los obsequios
No sólo la maestra recibió regalos ayer, la escuela también. Desde Educación le llevaron mesas y sillas a estrenar, ventiladores, pintura para pintar todo el edificio, juguetes y una mesa interactiva para los alumnos más chiquitos. Además, los alumnos pudieron disfrutar de choripanes de elaboración casera.
Una gran sorpresa
Ayer toda la comunidad educativa de la Escuela Batalla de Suipacha recibió un regalo inesperado. El ministro de Educación, Felipe de Los Ríos, anunció que los 10 alumnos de la institución, la maestra y un papá viajarán gratis a Carlos Paz en los próximos días para disfrutar de unas minivacaciones.
> Un pueblo en pleno desierto que se resiste a desaparecer
En Retamito sólo viven 17 familias. Son aquellas que pese a todas las adversidades y carencias se resisten a abandonar el pueblo. Los vecinos dijeron que sólo necesitan tres cosas prioritarias para tener una mejor calidad de vida: agua potable, un médico que los atienda y un medio de transporte, servicios que reclaman desde hace años y que nunca lograron tener.
"Acá enfermarse realmente es correr riesgo de muerte. El centro de salud más cercano queda a 10 kilómetros de distancia, pero eso no es lo peor. No hay un colectivo que pase ni siquiera cerca del pueblo y los caminos son intransitables por lo que uno no puede tener ni un autito porque la tierra y las piedras te lo comen. Para ir al médico dependemos de la solidaridad de los camioneros que vienen a las caleras. Realmente no podemos seguir viviendo así", dijo Susana Aubone.
La vecina dijo que varias veces le "suplicaron" al intendente de Sarmiento, Mario Martín, que envíe un médico al pueblo aunque sea una o dos veces por semana para que los atienda. Aseguraron que el funcionario ni siquiera se molestó en hacer las gestiones necesarias para conseguir este servicio. "El médico se puede instalar en la escuela, en la capilla o en la casa de algunos de nosotros para atender. No es algo tan complicado de conseguir", dijo Aubone.
Del buen corazón de los camioneros también depende de que los adolescentes asistan a clase. En el pueblo no hay una escuela secundaria por lo que deben trasladarse a otro distrito para cursar los estudios. Ni siquiera pueden hacerlo en bicicleta por las zonas de badenes peligrosos y del mal estado del camino. "Todos los días los chicos caminan un par de kilómetros para llegar a la calera más cercana a la espera de que los camioneros los lleven. Si ellos no trabajan nuestros hijos no van a la escuela", dijo Verónica Fuentes.
El agua en Retamito es el bien más preciado. La poca que llega por las canaletas sólo alcanza, mediante un ahorro extremo, para regar las plantas, darle a los animales, lavar la ropa e higienizarse. Y la que manda el municipio de Sarmiento para el consumo personal tampoco alcanza. Por eso los vecinos caminan dos kilómetros para acarrear agua del nacimiento de una vertiente. Dicen que la sacan de esa zona porque es menos probable que esté contaminada.