Recientemente la Ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, expuso la posibilidad de que luego del confinamiento impuesto por el Presidente hasta el 31 de mayo, se comiencen a implementar "cierres intermitentes".
En relación a estas nuevas medidas restrictivas aleatorias, una encuesta realizada por la página web de Diario de Cuyo, mostró que los sanjuaninos tienen posiciones divididas. El 50% de los más de 10.090 encuestados indicaron estar de acuerdo con los nuevos "cierres intermitentes". Sin embargo, el otro 50% se mostró totalmente en contra de la propuesta.
La nueva estrategia desarrollada por tres investigadores del Conicet, que plantea nueve días de confinamiento por 12 de apertura, fue denominada como Aislamiento Selectivo Programado Intermitente (ASPI).
“En este esquema lo fundamental es la previsibilidad, que se anuncie claramente cuándo se va a cerrar y cuándo se va a abrir. Aunque estemos con 20.000 o 30.000 casos, hay que abrir en la fecha prometida, pero saber que después vamos a cerrar en tal otra fecha. Y luego volvemos a abrir”, explicó uno de los investigadores de Conicet que desarrolló la nueva propuesta.
Según explicaron desde el Conicet, la estrategia pretende hacer descender la curva para que los sistemas de testeo y rastreo, que pierden gran parte de su eficacia cuando la cantidad de notificados es muy alta, vuelvan a ser eficientes.
“Si llegamos a pocos miles de casos diarios, la diferencia entre tener y no tener el sistema operando es abismal. Ambas estrategias deben complementarse para mantener un número mínimo mientras avanza la vacunación”, explicó Rodrigo Castro, Director del Laboratorio de Simulación de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA.
En qué consiste el cierre intermitente
El esquema de cierres y aperturas intermitentes admite muchos “modelos”, pero los científicos están trabajando más intensamente en tres: uno de nueve días de confinamiento y 12 de apertura, otro de 16 y 12, y otro de 16 y 19, respectivamente.
“En realidad, no pensamos que esta sea la estrategia ideal para combatir el Covid –aclara el investigador Feierstein–. La mejor es no permitir que el virus ingrese, como hicieron en Nueva Zelanda o Noruega. La segunda son las cuarentenas extensas y estrictas de cinco o seis semanas, que permiten una reducción muy significativa de la tasa de contagio. El problema es que a medida que se extienden en el tiempo, a veces las dos primeras se vuelven inviables. En esa situación, se necesita una tercera posibilidad. Con lo que nosotros proponemos, es posible organizar las actividades y disminuir el impacto económico. Y al mismo tiempo se maximiza el efecto del cierre, porque sostenerlo nueve o 16 días es mucho más viable; sobre todo, si uno ve que va logrando resultados. Por otra parte, la apertura tiene que notarse lo más que se pueda, es el momento de desahogo para permitir volver a la restricción. También, en la medida en que el cierre se respete más, la apertura puede ser más amplia. Pero la única forma de que funcionen estos esquemas (que pueden alternarse de acuerdo con los resultados) es que sean cíclicos y reiterados”.
Así, el ASPI plantea encontrar un equilibrio entre lo deseable y lo posible, entre lo que se necesita desde el punto de vista sanitario y lo realizable por la sociedad. Al mismo tiempo, tiene que diseñarse en torno de un objetivo, una meta alcanzable. “La ventaja de lo que hacen Rodrigo y Ernesto es que se puede simular lo que va a ocurrir –destaca Feierstein–. El objetivo no es la eliminación del contagio en el primer ciclo, sino llevarlo a un nivel X. Y esto se puede compartir con la sociedad para saber que si llegamos, estamos haciendo las cosas bien y si no, hay que proponerse un compromiso mayor o se pone en juego la posibilidad de volver a abrir. Nosotros lo que sugerimos es que esa meta sea el mínimo esperable, porque a la sociedad le hace falta algún éxito; y si uno tiene expectativas muy altas, también tiene un alto riesgo de fracaso. Por ejemplo, si uno considera que el confinamiento estricto debe reducir más de un 20% la movilidad, proponer como mínimo esa cantidad. En la medida en que eso se logra, da mucha fuerza para poder encarar un nuevo ciclo”.
La imagen que pergeñaron para una mejor comprensión es que la estrategia actúa como si uno le “pegara golpes” a la curva de casos: bajan durante el ciclo de cierre, suben un poquito cuando se abre, pero no tanto como habían bajado; con el siguiente cierre vuelven a bajar, luego suben otro poquito y de nuevo a “martillar”. “Es un sacrificio, pero se suma al esfuerzo de la vacunación –comenta Feierstein–. Y, aunque llegaran millones de vacunas, hay que implementarla de todas formas, porque estamos con cifras récord de uso de camas de terapia intensiva y el efecto de esas dosis recién se va a sentir tres a cuatro semanas después de haberlas aplicado”.
Según los cálculos de este equipo, en el AMBA, con un ASPI de nueve días más 12 y alrededor de un 30% de reducción de los contagios, se requerirían entre tres y cuatro ciclos para bajar los casos desde alrededor de 8500 diarios a unos 2500. “Es una estimación, pero indica que son necesarios apenas un puñado (dos, tres, cuatro) dependiendo de qué tan bien nos vaya durante el cierre”, subraya Castro.