“Volver a Malvinas es un dolor de ausencias. La ansiedad serena de lo que se extraña, la dulce tristeza de lo que se espera”. No es el frío penetrante de Puerto Argentino. No es el viento y la lluvia de los montes donde se libraron las peores batallas. Mucho menos es el suelo esponjoso que hunde la suela de las botas, moja los pies y que para muchos marcó a fuego. Tampoco es la frialdad del británico que respeta al VGM pero no afloja en su postura.

Volver a pisar tierra malvinense, para un veterano de guerra argentino, es algo indescriptible, complejo e inimaginable para la mayoría. Quien no estuvo en aquella guerra no puede entenderlo del todo. Para los hombres que por estos días orillan los 60 y aún sueñan por las noches con aquellos momentos oscuros que vivieron en 1982, regresar es un duro proceso. No ocurre de un día para el otro. En la mayoría de los casos se alimenta de los miedos de volver a revivir aquello que los marcó para siempre, que mantuvo en vilo a un padre o una madre.

Alguna vez, César Rubina, uno de los veteranos locales que viajó a Malvinas en 2018, contó que cuando le comentó a su madre de 87 años que volvía al archipiélago, le dijo que por favor no lo hiciera. Claro, esa mujer –recordó entre lágrimas- adelgazó más de una decena de kilos cuando su hijo estuvo en la guerra.

Es que el sólo hecho de llegar al aeropuerto y base militar británica Mount Pleasant, ubicada a un  puñado de kilómetros de Stanley, y saber que les sellarán el pasaporte con la leyenda ‘Falkland Island’, es un motivo para el ‘no’ de muchos veteranos. Y está bien, cada uno de estos hombres tiene derecho a llevar como pueda esta carga emocional; al fin y al cabo, son ellos los que dejaron jirones de sus vidas defendiendo esas tierras cuando hacían sus primeros pininos como adultos.

DIARIO DE CUYO reunió a cuatros veteranos sanjuaninos que volvieron a Malvinas, entre 2016 y 2019. Fueron de jóvenes a pelear en una guerra cruda y desigual, volvieron de “viejos”, como dicen a menudo.
Juan Morrone (57), Nicolás Alborno (55), Juan Molina (57) y Julio Ortíz (59) viven su participación en la guerra de formas distintas. Algunos, se quiebran cuando repasan algún recuerdo, otros lo llevan con menos “kilos” en el alma. Eso sí, para todos, es el hecho que no olvidarán jamás. Ellos vivieron la vuelta a las Islas con sensaciones encontradas. Para ninguno fue fácil, eso seguro.

 

  • Rezar en cada tumba, su manera de agradecer

“El Corcho” Ortíz es de esas personas queribles, amigueras, con la sonrisa a mano, capaz de meter un chiste cuando el aire se corta con una gillette. Pero detrás de esa fachada, tiene en su mente aquellas escenas de cuando el Crucero Manuel Belgrano fue torpedeado por británicos y este chimbero que peina canas se salvó de milagro. Cuenta y llora, siempre.

Se conmueve una y otra vez cuando Malvinas vuelve a su mente. Cuando en 2018 estuvo en las Islas y al quinto día cruzó las tranqueras blancas del cementerio de Darwin, rezó en cada una de las tumbas. Fue su manera de homenajearlos. Aquel día, por esas cosas, el cielo se abrió y salió el Sol. "Son señales del de arriba (señala con su índice derecho)".

 

 

 

  • “El Loco Juan” da batalla todos los días

Juan Molina repite una y otra vez que muchos no lo entienden. Que “nadie sabe lo que vivió”. Que por eso le dicen “El Loco Juan”. Puede estar horas y horas contando sus vivencias de la guerra. Avisa a este cronista: “vos cortame, recuerdo todo, cada cosa”, la advertencia en el off the récord. Puede detallar cada hora de los 64 días que estuvo en un pozo de zorra en medio de la turba malvinense. Su puesto era en Monte Longdon –el lugar más cercano a Puerto Argentino donde se combatió-, la primera línea de fuego.

“La guerra es muy dura, se vive segundo a segundo”, explica.

Grandote, de pelo entrecano largo y lentes negros, parece no conmoverse con nada. No es así. 37 años después vive la guerra como si fuera ayer y la vuelta, cuando surgió el viaje, fue con sentimientos encontrados.

“En el ’82 yo era dueño de casa, en el viaje que fui en el 2017 llegué como visita, visita lejana, eso me dolió”. Pero optó por regresar. Había motivos para hacerlo. En aquel lugar donde vio la muerte de cerca, perdió amigos y cambió su vida, había recuerdos que buscar, que antes de regresar en el ’82 escondió celosamente para, tal vez algún día, recuperar esos “tesoros”.

“Quería volver al pozo. Había dejado tapado mi pozo con una puerta que traje de una casa cercana. Había guardado en una caja donde se cargan municiones las correspondencias de mis padres”, cuenta. No las halló, sí otras cosas. “Pasé frío, hambre”, agrega. Juan da batalla cada día y busca comprensión por lo vivido.

 

 

 

  • Con el alma en paz

Nicolás Alborno fue a Malvinas con 18 años y tuvo un grupo a cargo. Hoy tiene 55. Insiste en que no lo llamen “héroe”, sí excombatiente. El recuerdo de volver a las Islas está fresco, viajó con el grupo que fue en marzo pasado. Lleva la guerra con una calma que se nota en su semblante, en la forma en que revive sus recuerdos sobre la guerra.

Estuvo apostado en el Monte Dos Hermanas, una formación rocosa donde desde el 6 de mayo fueron blanco de la artillería naval británica. Pasó hambre, no se queja; “es parte de la guerra”, asegura. El proceso del regreso a Malvinas fue sereno, pero el pisar la zona que lo vio de jovencito pelear cambió su latir. “Fue como volver a tu casa. Me hizo palpitar el corazón, muchos recuerdos los que tuve, fue movilizante”, recuerda. Pero entiende que el paso del tiempo ubica las cosas en su lugar, que hoy “su lucha” es otra, pelear por su familia.

 

 

 

 

 

  • El veterano que ve en sus pares a los verdaderos héroes                                                                                     

No se cuelga medallas que no le corresponden. Juan Morrone es veterano de guerra, no le tocó pisar las Islas en 1982. Su tarea fue otra, custodiar en la embarcación que estaba las 200 millas entre Golfo San Jorge y Mar del Plata. Su tono de voz cambia cuando habla de sus pares, los que combatieron en Malvinas, lo que fueron castigados por la artillería enemiga y el clima que en los montes lastima el cuerpo del más valiente.

Si bien reconoce que fue duro cuando en el 2016 estuvieron en el archipiélago, entiende que su rol en aquel lugar tuvo que ver con contener a sus compañeros que en el ’82 había pasado lo peor de la guerra. ”Fue muy crudo, el que estuvo en un avión o barco no es lo mismo que el que estuvo combatiendo en las Islas”, dice. Aquel contingente de veteranos sanjuaninos se paralizó cuando visitó el cementerio de Darwin. La baja y blanca tranquera tenía su puerta abierta, se tomaron varios minutos para entrar.

 

 

 

El plan oficial para reivindicar a los veteranos

Apenas inició la gestión de Uñac y a través del Ministerio de Gobierno, empezaron los viajes a las Islas Malvinas. En 2016 fue el primer grupo de veteranos. Hasta la fecha viajaron 68 excombatientes y lo podrán seguir haciendo todos aquellos que sueñen con volver.  

 

***Filmación y edición: Marcos Carrizo