De cualquier forma que sea el coronavirus enfrenta a la raza humana. Aquella zaga en la guerra de los mundos donde las bacterias exterminan a los alienígenas en favor del hombre, reedita lo que hoy, sus reconvertidos primos representados por el coronavirus, se alza contra la humanidad misma.
Lo más preocupante es que este fenómeno puede llevar al país no a profundizar la grieta sino a un enfrentamiento ideológico y político. Por un lado, China demostró "una inoperancia” en el manejo de las investigaciones, cuya principal incidencia afecta a la economía mundial, más allá del factor humano. Por su parte, Estados Unidos de América, no se resigna pese a las bajas ciudadanas a reaccionar frente a un mundo que hiere su concepto capitalista. En ambas posiciones es factible un desencadenamiento en detrimento de los derechos humanos, ya que si bien es cierto no se avizora una guerra de manera convencional, es factible la inmediatez de conflictos cuyo modelo económico sufra un giro tal que cambie en todo el planeta. Ya no se hablaría de acciones de potencias sino de una multiplicidad de guerras subsidiarias que compromete a toda fracción del mundo.
Una potencial guerra nuclear no hablaría de "bombas” sino de "ataques de núcleos de sistemas” cuyos objetivos y estimaciones de causalidad no muestran un convencional enfrentamiento sino una sigilosa, programada e inteligente eclosión, sobre factores climáticos y comunidades de convivencia de una expansión difícil de delimitar, comprometiendo a las dos terceras partes del ecosistema humano.
La principal contra está en el mismo hombre que no renuncia, por su impertinencia, a ninguna "causa” por él asumida, sustentada por una obstinada manera de pensar el mundo y su forma de llevarlo adelante a costa de cualquier ambición e ideología. Este pensamiento que raya con la perversión debe ser develado por seres humanos coherentes y previsores del futuro inmediato, al sólo efecto de advertir a los líderes mundiales de la oportuna sensatez sobre el factor humano y el resto de los seres y el preciado bien de la naturaleza. Puede detenerse un inminente período de tribulación. Quién sabe cómo serán sus protagonistas. Profecías se avizoran pero el invasor no parece visible.
Por Mario Daniel Correa D’Amico
Profesor, filósofo y pedagogo, profesional de la educación con doctorado y especialización en el área.
