Pionera. Lo más importante de la parroquia de la Inmaculada Concepción es haber sido la primera en administrar sacramentos en el corazón de un barrio humilde.

 

Es considerada la parroquia más antigua de Buenos Aires y la primera "extensión de la Catedral hacia los barrios más humildes" de la acotada geografía urbana porteña de fines del siglo XVIII.

Mañana cumple 250 años la parroquia de la Inmaculada Concepción, de Avenida Independencia 910 (y Tacuarí). Desde sus inicios se la vinculó a la población afroporteña, al punto de ganarse el mote de "capilla de los negros".

De hecho, según el investigador del Instituto Nacional de Musicología Pablo Cirio, allí fue bautizado en 1858 "el payador nacional" Gabino Ezeiza. Otro importante integrante de la comunidad afroporteña de fines del siglo XX, el instrumentista y compositor Estanislao Grigera, fue identificado despectivamente por sus detractores como "el mono del organito" por ser el encargado de tocar el órgano artesanal de tubos allí emplazado.

Si bien ediliciamente es más moderna que otros templos como San Ignacio, se la considera la "decana" de las parroquias porque institucionalmente fue designada como tal el 3 de noviembre de 1769, sesenta años antes que el templo jesuítico cuya primera construcción -no obstante- data de fines del siglo XVII.

Y a pesar de que por el mismo decreto fueron elevadas a la jerarquía de parroquia otras tres iglesias, la Inmaculada es la más antigua porque en 1749 ya era viceparroquia de la Catedral y su pasado como capilla se remonta a 1733.

En 1769 había otras parroquias "de campaña pero estaban fuera del ejido urbano, que era muy pequeño", dijo el párroco Gonzalo Benites.

"Lo más importante de la Inmaculada es la extensión de la atención pastoral directa a un sector con toda clase de carencias y haber sido la primera en administrar sacramentos en el corazón de un barrio humilde", dijo la secretaria de la Comisión de Bienes Culturales de la Conferencia Episcopal Argentina, Vanesa Pedreira.

Dentro de la población vulnerable atendida inicialmente por esta parroquia, estaba "la población negra esclava" que allí residía por ser "una zona de hornos ladrilleros que requerían mucha mano de obra" pero también de "libertos pobres que se instalaban en el lugar" por ser terrenos anegadizos de menor valor, contó Benites.

"De hecho la puerta lateral de Tacuarí era conocida como la de los negros", explicó el párroco.

Hasta mediados del siglo XIX, los bautismos y matrimonios de los "no blancos" se registraron "separadamente", en actas cuyos lomos tienen la leyenda "Color".

Cirio explicó que los actuales barrios porteños de Monserrat y San Telmo en cuyos límites se encuentra la iglesia, eran llamados "Del tambor o Del mondongo", porque "era donde vivía la mayoría de la población negra" que, en su pobreza, se alimentaba con las vísceras descartadas como basura.

En su libro Arqueología de Buenos Aires, Daniel Schávelzon apunta que en la segunda mitad del siglo XVIII, "37% de las familias urbanas tenían africanos en situación de esclavitud" y la población negra representaba "entre 25% y 30% de los habitantes" de la ciudad. "Era una sociedad esclavodependiente con una población blanca ociosa", agregó Cirio.

Explicó que "muy tempranamente los negros se apropiaron de esa religiosidad que al principio era impuesta" porque "eran muy hábiles en aprovechar los intersticios en su beneficio" como el descanso dominical o las prácticas devocionales a las que "introdujeron valores culturales propios, como tocar el tambor".

"Fue una sociedad valientemente desobediente de las herramientas de control: si hubieran obedecido los bandos virreinales que castigaban con 200 azotes y un mes de cárcel a los que tocaran el tambor, hoy esa música (el candombe porteño) habría desaparecido", dijo. Benites dijo que hoy la Iglesia "sigue atendiendo a muchos afrodescendientes en comparación con otras parroquias". Télam

 

Pensando en restauración integral

La parroquia de la Inmaculada Concepción será objeto de una "restauración integral" en virtud de un proyecto en elaboración de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), cuya ejecución demandará "por lo menos cinco años", según el párroco Gonzalo Benites.

De estilo románico, la iglesia ocupa un predio de unos 17 metros de ancho por 63 de largo y en su fachada se destacan la torre campanario de 25 metros de altura.

A ambos lados del corredor central hay sendas naves laterales con cuatro capillas cada una. El techo está cubierto con coloridos murales y sus paredes decoradas con pinturas ornamentales que a simple vista aparecen como lo más dañado, por estar parcialmente tapadas por manchas de humedad.

La última remodelación integral del edificio data de 1865 -unos 130 años posterior a la primera capilla de adobe levantada en el lugar-, pero la fachada sufrió una última modificación importante en 1978, cuando perdió su atrio como consecuencia del ensanchamiento de la avenida.

"El año pasado terminamos de impermeabilizar los techos y este año estuvimos pintando y arreglando la parte exterior", contó el sacerdote. Pero a futuro hay una iniciativa mucho más ambiciosa. "Estamos trabajando en un proyecto de restauración integral, tanto del edificio como del patrimonio pictórico", dijo.

En el acervo patrimonial del templo se destaca el órgano artesanal de tubos que llegó al país junto a su gemelo que se encuentra en la iglesia de Monserrat, a pocas cuadras de allí.

En 1991 y luego de una profunda restauración sus sonidos volvieron a musicalizar los oficios religiosos.

Aunque se salvó de incendios, sufrió vandalismo y robo de piezas coloniales catalogadas a lo largo de su historia, contó Benites. Mañana, el obispo auxiliar de Buenos Aires, José María Baliña, presidirá la misa central por el 250º aniversario.