El meteorólogo Bernardo Razquin, transmitía por radio desde Mendoza el pronóstico del tiempo para San Juan y todo Cuyo.

Mientras veía por Netflix la película argentina "Granizo", se me vino a la cabeza el recuerdo de don Bernardo Razquin, el viejo meteorólogo mendocino que supimos escuchar por las tardes en nuestra mocedad. En realidad el protagonista de la película, animado por Guillermo Francella, es el pronosticador estrella de la televisión, Miguel Flores, quien gozaba del cariño y la admiración de todos. Según la narración, Flores nunca había fallado en sus pronósticos y por ello gozaba de gran prestigio y admiración. Era saludado por las calles, se sacaban fotos con él y por supuesto era consultado sobre las perspectivas del tiempo. De acuerdo a eso la gente acomodaba sus quehaceres. Hasta que a Flores le llegó la oportunidad de tener su propio programa de televisión y los productores se frotaban las manos ante la inminencia de un récord de telespectadores. 

"Tranquilos, esta noche será calma, con una temperatura promedio de 22 grados", les decía a todo aquel que lo paraba para consultarlo, a la vez que le prometían no se perderían el programa. Pero esa noche, ocurrió todo lo contrario. Granizó y el fenómeno ocasionó desastres. Al día siguiente, Flores vio como todo se le dio vuelta y pasó de amado a ser insultado por los que confiaron en sus adelantos y tuvieron resonantes pérdidas.

Lo suspendieron en el programa y no tuvo más remedio que huir hacia Córdoba donde vivía su hija Carla. No cuento más para no adelantar las secuencias a quienes aún no la vieron, pero debo rescatar dos acontecimientos que me parecen lo más importante de la cinta. La conflictiva relación padre-hija con Carla, quien lo acomodó en su casa y le reprochaba que prácticamente hubiera cortado toda comunicación con ella desde que partió hacia Buenos Aires, y que sería su hija pero "ni me conoces". Luego, de casualidad, conoce a un ermitaño, quien mientras tomaba una grapa en un bar cualquiera, a altas horas de la noche, dijo en voz alta algo que lo conmovió. "Mañana a las 7:14 va a llover". Asombrado comprobó al otro día la certeza cronométrica de ese pronóstico y preguntó por él. Se llamaba Bernardo, vivía solitario en las sierras de Córdoba y aquí me detengo con el comentario de la película. Porque me quiero referir a otro Bernardo, que existió de verdad, también autodidacta, aquél que nos convocaba todas las tardes a la hora de la "oración" a escucharlo por radio Colón.

Don Bernardo Razquin

Bernardo Razquin se llamaba y fue un clásico de aquellos años. Era muy común tildar a alguien como "Razquin" si acaso aventuraba que iba a llover, o correr Zonda o viento sur, como es común en mucha gente. Inclusive, también le adjudicaban conocimientos para prever terremotos. 

Recuerdo, por lo que se decía, que don Bernardo anticipaba el tiempo viendo el comportamiento de las hormigas y el canto de los gallos. Es conocido que si uno observa que las hormigas apuran su afán para acumular basuritas en los hormigueros, es porque hay probabilidades de lluvia o algún cambio repentino de tiempo. Don Razquin, de todas maneras, no se fiaba sólo de su olfato, sino que también reparaba en conocimientos científicos, que analizaba desde su posición de aficionado y se acompañaba de instrumentos muy simples pero valiosos para él. Fue muy respetado y querido.

Su radio en Mendoza fue LV10, y también hizo apariciones en televisión. Otra condición que se le recuerda, fue su condición de andinista. Conocía las montañas cuyanas como la palma de su mano y participó de una expedición organizada por DIARIO DE CUYO hacia el cerro El Toro, donde un tiempo atrás habían descubierto la famosa momia, don Erico Groch y Antonio Beorchia Nigris, en una de sus caminatas por las montañas sanjuaninas organizadas por el club Andino Mercedario. Estos comunicaron la novedad de su descubrimiento y fue que se organizó la expedición de rescate que financió nuestro diario.

Razquin falleció en 1988 y sus restos descansan en el cementerio inca que está en la zona fronteriza de Puente del Inca, en la cordillera mendocina, en las cercanías del cerro Aconcagua, cuya cima fue escalada por don Bernardo en un par de oportunidades. La similitud entre el Bernardo de la película y don Bernardo Razquin, es entonces conmovedora.