Cannes no se trata de las galas o los vestidos, sino también de situaciones enteramente cinematográficas, como que siempre se presente una película inesperada que robe la atención, alguna decepción grave de un director respetado, actuaciones sorprendentes de actores considerados menores o prácticamente desconocidos, debate sobre aquellos títulos que se encuentran fuera de competencia, ovaciones de más de cinco minutos y, por supuesto, la clásica salida de los espectadores ante un proyecto considerado muy fuerte, indigno, explícito o violento.
Cada vez se tolera menos ver en pantalla violencia contra los animales, incluso si hablamos de ficción; así que no sorprende a nadie que aquello que sea real sea todavía más del desagrado del público. Los documentales buscan justamente este tipo de reacciones, pues dependen del golpe visceral a los sentidos para mandar su mensaje. Siempre han existido títulos que buscan mostrar la cruel realidad sobre el consumo y asesinato masivo de animales, pero en estos tiempos la tarea se ha duplicado porque algunos grupos consideran que se trata de una emergencia mundial muy real.
Trabajos como Seaspiracy – 80%, Cowspiracy y What The Health se han dedicado a explorar todos los puntos posibles con los que el humano promedio justifica su consumo de carne. Su propuesta suele ser la de dar un golpe duro al espectador donde se revela que aquellas supuestas mejoras a la hora de cazar, criar y procesar animales para convertirlos en alimento siguen sin ser reales o útiles. Además, grupos veganos hacen alianzas importantes para desmitificar los supuestos beneficios de alimentos como la leche, el huevo y el pescado para fomentar el consumo único de vegetales.
Este tipo de documentales no siempre son exitosos. Encontrar una propuesta diferente no es sencillo, pero Cow, de Andrea Arnold, parece dar en el clavo, y el tradicional abandono de sus funciones en Cannes es la mejor prueba de ello.
Andrea Arnold es más conocida por su acercamiento crudo y genuino a la vida de las mujeres con cintas como Fish Tank y la serie Big Little Lies. Esta gran virtud la aplica a su primer documental que decide presentar como un retrato/ biografía de unas vacas. Al parecer, durante la función de Cow en Cannes varios abandonaron la sala debido a las imágenes, y otros aguantaron hasta el final y aplaudieron ante la original propuesta.
El documental no tiene diálogos y la idea es sentirnos como la vaca y no tanto ver cómo es maltratada. Críticas como las de Deadline y The Guardian agradecen que no satanicen a los granjeros, y que los muestren haciendo su trabajo sin reservas, pero sin exageraciones sangrientas. La directora sigue la vida de una vaca desde que nace hasta que cumple su propósito dentro de la granja, con la finalidad de ver a través de sus ojos para provocar una fuerte empatía en el espectador.
El que varios espectadores abandonaran la sala es muestra de que todavía se busca hablar del tema desde la ceguera. Todos saben cómo se hace una salchicha o cómo llega la leche que bebemos en casa, pero nadie quiere ver la realidad porque no podrían separarse de ella. Por ahora, Cow es uno de los documentales favoritos de Cannes, aunque la crítica especializada se ha dividido en opiniones que la consideran un trabajo decente, íntimo y fuerte, pero también algo repetitivo y torpe.
Fuente: Tomatazos