
La memoria nos da alegrías y también nos da tristezas. Pero cuando se encuentran estos dos sentimientos, surge un silencio reflexivo que nos lamentamos o que extrañamos, que por allí nos hace enojar. Mirar hoy lo que fue la belleza de la Plaza de Concepción, allá por la década de 1930 y 1940, es como revivir nuestra niñez, nuestro pasado, nuestra existencia. Allí, en este paseo público están las cosas que ya no están, ni sus pasos, ni su gente. La fuente (destruida o desaparecida) justo al centro, qué era igual a la de la Plaza 25 de Mayo , en pleno centro de la Capital de San Juan. Allí, los sapitos de bronce, siempre largando finos hilos de agua fresca, con la que miles y miles de manos calmaron el agobiante calor del verano sanjuanino, o los que hacían la religiosa espera de los fieles, todos los 8 de diciembre, bajo mareas de pañuelos blancos esperaban que la imagen de la Virgen María saliera de su templo y visitara a todo el vecindario del "Pueblo Viejo”. Al fondo se observa la majestuosa arquitectura de la Iglesia de la Inmaculada Concepción, espléndida y orgullosa. Pero que el terremoto del año 1944 marcó su final. Los árboles, "que se cuidaban”, unos frondosos plátanos, (recién podados), y esa época se les pintaba de blanco, pero no con cal. Se trataba de un preparado para evitar posibles enfermedades. Luego se colocaron unas glorietas, que fueron vestidas de rosas trepadoras y glicinas. Los pisos o paseos siempre estaban cubiertos de ladrillo molido, que le daba un color rojizo brillante. La Plaza de Concepción todo el año tenía flores, siempre lucía alegre. Para esa época, el monumento ni siquiera estaba pensado, eso llegó con el año 1946, para pasar a llamarse "Plaza Juan Jufré”. Los clásicos asientos de madera y siempre blancos, lucían por toda la plaza. Se observa a la derecha de la foto, la casa del Coronel Luis Jorge Fontana, de trayectoria en el Norte de nuestro país, (para las conquistas). En la esquina Sur-Este, se realizaban los bailes, saliendo la música de la Municipalidad de Concepción o la Policía. Sin embargo, siempre habían orquestas típicas, es decir, aquellas que interpretaban tango, paso doble y música de aquella época.
Quiero que mi emoción sea la misma de muchos vecinos del Pueblo Viejo, que vivieron hoy sin entender la transformación, la "modernidad”, sólo en las mentes de las autoridades municipales y gubernamentales. Estos poco aportan al rescate patrimonial de San Juan, abandonando y muchas veces, hasta descuidando. Debo agradecer a un sanjuanino, don Luis Pablo Pacheco, que gracias a las nuevas tecnologías de la informática, nos hace ver el pasado en colores, y no en sólo blanco y negro. Todo, inspirado por el cariño a San Juan.
Por Leopoldo Mazuelos Corts – Dirigente vecinal
Foto: Luis Pablo Pacheco 1930/40
