Luis Cabrera nació en España en 1985 y prácticamente desde que comenzó su carrera ha hecho un camino admirable que lo ha colocado entre los mejores de su generación. Cartel que halaga pero no obnubila a este talento madrileño, discípulo de Rinat Ibagimov, que desde 2006 es solista en la Filarmónica de los Países Bajos y profesor de la Guildhall School de Londres y del Conservatorio de Rotterdam; entre otros méritos. Así lo dejará en claro en charla con DIARIO DE CUYO el intérprete, que vino a San Juan para encabezar el Encuentro Internacional de Contrabajos que culmina hoy, adonde llegaron estudiantes de distintos puntos de América latina para tomar sus masterclasses. Antes de volver a Europa, Cabrera -que también hizo gala de su amabilidad y sencillez- habló de su carrera y de cómo transitó esta visita.
"Muy arropado, muy hospitalario y muy cómodo. Mucha gente pendiente de que salga todo bien, todo fantástico", expresó este admirador de Borges, que balancea sus horas de música con escapadas a la montaña, salidas a caminar o a correr.
– ¿Cómo viste el nivel de los participantes del Encuentro?
– En general hay un buen nivel, hay buena dedicación, actitud, preparación… los alumnos han ido con las obras muy bien estudiadas; bueno, hay quien tiene a lo mejor más virtuosismo, hay quien tiene más sonido, otros transmiten más, pero en general es un muy buen nivel y creo que los organizadores pueden estar orgullosos del proyecto. Lo único donde falta un poco de experiencia es en la parte de improvisar, creo que es donde se puede ahondar.
– Dijiste dedicación, actitud y preparación, claves que vos mismo has experimentado…
– Exacto, la actitud de tomarse las cosas en serio y dedicarse para estar preparados para darlo todo, algo que es válido en cualquier carrera, es un sine qua non, imprescindible…
– ¿Cómo fueron tus comienzos?
– Yo quería tocar la guitarra, como mi padre, pero como a veces ocurre, las plazas disponibles en el conservatorio no son del instrumento que tú quieres. El profesor de guitarra me dijo "Si hay una plaza, es para ti", pero no abrieron ninguna y me tocó elegir entre contrabajo y viola, y dije "bueno, el contrabajo son las cuatro cuerdas de la guitarra, por lo menos me conozco las notas" y por ahí fui…
– Empezó casi sin querer. ¿Cuándo dijiste "Es lo que quiero para mí"?
– Empecé con 10 años y tardé como tres en eso de no saber bien por qué lo hacía o de hacerlo por obligación, pero a los 13 o 14 años descubrí que era mi pasión, mi vocación. Ahí empezaron las largas horas de estudio, que no es el tiempo con el instrumento, que es pura pasión, es también cubrir repertorio, hacer técnica…
– ¿Qué te terminó enamorando del contrabajo?
– Fui muy afortunado, porque siempre he tenido muy buenos profesores. Mi profesor en España, Rafael Frías, tocaba mucho para nosotros y de verle tocar empecé a ver que había un lenguaje detrás de todo aquello, que era una forma de expresar lo que uno sentía. Es muy importante que un maestro te despierte ese gusanillo, esa inquietud de querer ahondar más, así que creo que fue él, mi profesor en Madrid; y luego otros grandes maestros, como Ibagimov en Londres. Creo que fui muy afortunado porque en cada momento en el que estuve, tuve un gran inspirador que me hizo ir más lejos.
– Un buen maestro puede elevarte o hundirte…
– Sí, por eso digo que tuve suerte, porque la relación profesor-alumno es eso, una relación, tiene que haber esa magia y empatía; y también tiene que haber exigencia, pero de una forma que te haga crecer, y efectivamente no siempre se da.
– ¿Y cuál fue el momento donde nació el Luis Cabrera que conocemos?
– Cuando fui a estudiar a Londres creo que ahí poco a poco me fui transformando en el contrabajista que soy hoy. Fui muy joven, con 17 años, y cuando estaba terminando mi cuarto año de Licenciatura, apliqué para el trabajo que tengo ahora, contrabajo solista en la Netherlands Philharmonic Orchestra. Era un intento muy ambicioso, pero curiosamente me otorgaron la plaza y fue un gran impulso en mi carrera, siendo tan joven tener un cargo de responsabilidad. Y luego dar clases, muy joven también. Todo eso me ha dado mucha experiencia, en poco tiempo se dieron muchas cosas, soy muy afortunado por eso.
– Fue la revancha por lo del conservatorio…
– (Risas) Puede ser, es paradójico, a veces no se dan las cosas cuando uno quiere y en otros momentos se dan cosas que ni te podías imaginar…
– ¿Quizás llegan cuando tienen que llegar?
– Sí, eso es…
– ¿Te costó pasar de ser el chico estudiante al artista aclamado?
– ¿Sabes qué ocurre? Cuando dejas el conservatorio hay un momento como en el vacío, donde ya no tienes al maestro, ni a la institución. Digamos que ya vuelas libre y ese es un tiempo en el que hay que ubicar cosas, ser tú el que toma las decisiones… Ese proceso se dio.
– ¿Y en ese escenario, cuál fue tu mayor desafío?
– Hubo varios, el ser un principal siendo joven y teniendo gente mucho mayor y que lleva más años que tú fue uno. Dando clases también, empecé con cursos de alto nivel. Pero siempre los tomé a tope y creo que la profesionalidad y la preparación son la clave, no sólo para ocupar esos lugares, sino para tener tú la seguridad en lo que estás haciendo. La preparación excelsa hace que te respeten.
– ¿Es un ambiente muy competitivo el de los músicos?
– El de las audiciones y todo eso es un mundo donde tienes que destacar por encima de los demás. Va un poco en contra de lo que es la música en sí, que se trata de crear belleza, valores estéticos y no de "ser mejor que"; es una antítesis en cierto sentido. Pero, bueno, el mundo en el que estamos hoy es así, así que animo a los estudiantes primero a ir por la música, por los valores, y lo demás se da cuando se tiene que dar. Creo que más que generar competencia debe ser un querer superarse y ahí los méritos van llegando.
– ¿Vivir en términos de competencia te aleja del disfrute original que dio pie a ese camino?
– Efectivamente, es mucha presión y te aleja un poco del fin por el que estamos aquí.
– ¿Y cómo te sienta el rótulo de ser uno de los mejores de la nueva generación?
– Ah no, yo no me considero como tal (risas). Me halaga que haya quien lo considere, pero en verdad creo que somos todos diferentes. Sí acaso me jacto de tener una marca personal, de hacer lo que creo y de tocar y enseñar de la forma en la que disfruto. Es lo que transmite y me permite en ocasiones sacar cosas de los demás, tanto del público como de los alumnos.
– Pero no pululan los Luis Cabrera por el mundo…
– Bueno, estar situado en un punto que la gente te reconozca a nivel mundial es algo bonito y positivo, pero más que ninguna cosa uno tiene que estar conectado con lo que hace y no distraerse.
– ¿Qué te llevás de San Juan?
– Estoy compartiendo mucho con alumnos y profesores y creo que hay una gran dedicación y concentración. También hay mucho cariño, la gente es muy afectuosa, así que es muy emotivo, disfruto esta compañía. Y bueno, no he podido andar mucho porque he estado trabajando, pero fui a correr un poco y el sol me golpeó en la cara, con las montañas de fondo y para mí eso lo transforma en un sitio muy especial, hay luz, montañas, viento, una gran energía… Y los vinos que también me gustan, así que me llevaré algunos para compartir con amigos de otras partes.
– ¿Y qué creés que dejás en esos estudiantes que te siguieron con esa admiración que vos sentiste por tus maestros?
– Creo que dejo un montón de respuestas, pero también cosas por desarrollar y preguntas. Hemos terminado cada día con una ronda de preguntas y cada día se van abriendo más, lo cual es genial. Si he podido contribuir en algo es obviamente en aportar algunas herramientas, pero también en abrir nuevas inquietudes; y me voy muy contento de que eso se haya dado.