Ernesto Villavicencio es uno de los músicos más importante que tuvo San Juan. Desde hace muchos años forma parte de la cultura y la tradición local; y ahora lo hace de una manera diferente. Es que la guitarra con la que aprendió a tocar forma parte del museo de la Difunta Correa. Ernesto Villavicencio hijo contó cómo fue donar este primer instrumento de su papá, ícono de la tonada local. "Esta guitarra tiene una historia muy particular, y como él era muy devoto de la Difuntita y siempre llevó su imagen en todas las guitarras que tuvo, nos pareció que dejarla en ese museo era lo mejor. En mi casa la iban a poder ver unos pocos, pero en el paraje lo harán personas hasta de otros países", dijo Ernestito, como se lo conoce al hijo del Negro Villavicencio.

El hijo del histórico músico aseguró que esa guitarra llegó a las manos de su papá en el año 1946 aproximadamente, cuando Ernesto Villavicencio tenía 6 años. "Hacía poco mi papá y mis abuelos se habían mudado porque con el terremoto habían perdido todo. Tenían unos vecinos bolivianos, que tenían una guitarra y él -por Ernesto- le decía a mi abuelo que quería una. Pero imaginen, no había dinero para levantar una casa, mucho menos para comprar una guitarra. Al tiempo mi abuelo hizo un trato con los vecinos, que eran albañiles, y le regaló la guitarra a mi papá", dijo Ernestito, y recordó que su papá les contaba que aprendió a tocar ese instrumento escuchando las publicidades que transmitían con los altoparlantes los autos que pasaban por el barrio donde vivían.

Esa guitarra acompañó al músico durante muchos años. Después, el Negro Villavicencio se la prestó a un amigo, para que también aprendiese a tocar con este instrumento. "Don Jorge Ocampo, nombre artístico de Jorge Rocha, la tuvo mucho tiempo y una vez se la robaron. Ahí, nosotros -por su familia- le perdimos el rastro a la guitarra, hasta hace unos pocos años", dijo Ernesto y contó que un día se encontró con Rocha y le dijo que años después del robo, a través de una sobrina que sabía la historia de ese instrumento, habían logrado recuperarla. Creen que la compró robada para volver a tenerla. "Me dijo que esta guitarra tenía que estar en nuestras manos y me la dio. Le habían cambiado las clavijas por unas actuales. La llevé a un lutier y le puso unas iguales a las que tenía cuando mi padre la recibió por primera vez", comentó Ernesto y dijo que ahí fue que decidió que ese tesoro familiar debía ser conocido por todos los sanjuaninos.

"Que Dios y la Difuntita me ayuden". Según su hijo esa era una de las frases que más repetía Ernesto Villavicencio cada vez que necesitaba ayuda. Y esa es la frase que él tuvo en cuenta a la hora de decidir qué hacer con esa guitarra. Es que sintió que la guitarra debía estar cerca de Deolinda Correa, pues su padre era muy devoto de ella.

"La guitarra tenía muchos años y cada persona que venía a mi casa y la veía se emocionaba mucho. Cuando me enteré de que la fundación Difunta Correa estaba remodelando el museo decidí que había que donarla. Él -por su papá- siempre tenía imágenes o estampitas de Difunta Correa", dijo Ernestito y agregó que sentía que tener la guitarra en su casa y guardarla era un gesto egoísta y por eso la donó. "El oratorio de la Difunta Correa es un lugar muy visitado y podrán verla personas hasta de otros países. Buscamos uno de sus trajes y la guitarra y la entregamos. Es como que ahora es de todos", concluyó.

 

La historia del "Negro Villa", un grande de la música sanjuanina

Ícono de la tonada. Ernesto Villavicencio (a la derecha) formó ’Las guitarras argentinas’, junto a Carlos Peralta (a la izquierda).

Ernesto Villavicencio nació el 30 de noviembre de 1940, en su honor la provincia declaró esa fecha como el Día de la Tonada. Y es que "El Negro Villa", como se lo conocía, le legó a Cuyo la incorporación del guitarrón al folclore cuyano y cerca de 250 tonadas, entre los más de 450 temas que compuso, y que han interpretado cientos de artistas. Algunas de las canciones más conocidas son "San Juan por mi sangre", "La del jamón", "Cuando el corazón se quiere quedar" y "La tonada jamás morirá".

Con 18 años, en 1958, formó "Los Caballeros de la Guitarra" junto a su compañero Enrique Barrera, a quienes luego se sumó el guitarrista caucetero Pedro Berón. El trío, que fue uno de los más importantes que tuvo San Juan, se consagró en 1968 en el escenario del Festival de Tango de La Falda, cuando se presentaron como acompañantes de Juan Carlos "Pinocho" Mareco. En ese espectáculo estaba presente Mariano Mores, quien los contrató para que actuaran nada más y nada menos que en Buenos Aires.

En 1978, ganaron el Festival de Cosquín y recibieron el premio Revelación. Cuando Barrera decide regresar a San Juan, Villavicencio forma "Las guitarras argentinas", junto a Carlos Peralta.

Como guitarrista acompañó a grandes músicos como Edmundo Riveros, Roberto Goyeneche, Enrique Dumas y Pichuco Troilo, entre otros. También fue guitarrista de cantantes de la talla de Mercedes Sosa (quien lo recordó cuando vino a cantar por última vez a San Juan, en la Fiesta de la Tradición), Ramona Galarza y Alfredo Ábalos.

"El Negro Villa" falleció el 17 de mayo de 1995, a los 54 años, en Buenos Aires. Cuando sus restos llegaron a la provincia, fueron velados en el Teatro Sarmiento y para su sepelio no faltaron las tonadas en su honor.