En estos últimos meses, los reclamos sindicales y de organizaciones sociales ante el Gobierno nacional, se han intensificado notablemente dando lugar a manifestaciones y piquetes con lo que se ha conseguido un estado de conmoción social en perjuicio de la gente que elige cumplir con sus tareas habituales. Cada día que transcurre el ciudadano común de las grandes capitales del país, como la ciudad de Buenos Aires, se levanta con la incertidumbre de no saber si podrá llegar a su lugar de trabajo o si podrá recorrer el itinerario de costumbre, porque eso dependerá de la manifestación que pueda estar programada para esa jornada o del paro de actividades dispuesto por un determinado sector. Un ejemplo de esta imprevisibilidad fue el paro sorpresivo dispuesto el viernes último por los sindicatos aeronáuticos que dejaron a miles de pasajeros varados en Aeroparque y Ezeiza. Una actitud desconsiderada que merece la más enérgica condena social e institucional para los promotores de esta medida inadmisible.

Se trata de acciones recurrentes dispuestas por una dirigencia que en su afán de consolidar su posición al frente de organizaciones gremiales o de movimientos sociales, acude a viejas fórmulas de protesta -como sacar sus afiliados a la calle- que la hacen ver como aguerrida defensora de su sector, sin contemplar que hay otras formas de plantear necesidades sin perjudicar al resto de la sociedad.

Con el pretexto de la mala situación económica y financiera que atraviesa el país, en los últimos meses se han sucedido varias decenas de paros o manifestaciones, promovidas por sectores que intentan llevar agua a su molino, sin contemplar que hay gente que quiere trabajar porque está convencida de que los actos de protesta no contribuyen a la solución de los problemas que afectan al país.

Trabajadores estatales como docentes provinciales, universitarios, y empleados de la administración pública central y de organismos centralizados y descentralizados, ya han salido varias veces a las calles para reclamar mejoras laborales y salariales. Lo mismo que miembros integrantes de organizaciones sociales, que ya son habitué de las arterias porteñas, en su carácter de manifestantes crónicos que disponen de tiempo y de estructura sectorial para canalizar esta forma de protestar.

El Gobierno nacional tendrá que sobreponerse a esta situación y considerar la aplicación de medidas tendientes a evitar que el clima social se continúe enrareciendo, con un estilo de protesta que no conduce a nada y que lo único que busca es generar caos y conflicto social, en vez de promover la calma en momentos que la nación necesita del compromiso de todos los sectores para salir adelante.