“Aroca, ¿llegó El Gráfico?”. Sobre una de las tres ventanitas de su kiosco, se acumulaba con olor a nuevo y colores vívidos, la última edición de la revista, que aguardábamos con la ilusión de un niño en noche de Reyes. El Aroca tomaba una de ellas y nos la pasaba, con esa sonrisa cómplice y bonachona del hombre que desde el pentágono de su cabina, se convirtió en una especie de oráculo de la vieja esquina.

Con mi amigo de la infancia José Rupcic, con quien teníamos profunda admiración por El Gráfico y sus periodistas, nos íbamos a los banquitos que estaban en la vereda de mi casa y nos devorábamos el contenido de sus páginas. Corrían los años ’60 y por esos años El Gráfico era la revista señera del deporte. Salir en sus famosas tapas era como entrar en la galería de los grandes héroes del deporte argentino, y cada una de las fotos observaban una calidad tal, que nos transportaba imaginariamente a las tribunas de cualquier estadio donde el domingo anterior había vibrado una fecha más del fútbol profesional. Salía los lunes por la noche en Buenos Aires y por tren iba hacia el interior llegando aquí los viernes. Competía entonces con la revista “Goles”, que era más económica, pero a la que superaba en calidad.
Leíamos con especial devoción las notas firmadas por Dante Panzeri, quien tenía un estilo punzante, directo, con un eximio uso del idioma para dirigirse a la masa futbolera. Esto, naturalmente, dignificaba al lector, que se sentía considerado y categorizado, cualquiera fuese su grado cultural. Panzeri escribía como si se estuviese dirigiendo a una platea erudita, cualidad repetida en radio El Mundo por Fioravanti, en los relatos, y Enzo Ardigó en los comentarios, quienes desplegaban todo el repertorio de nuestro rico lenguaje, para narrar algo tan popular y masivo como es el fútbol. Aquí, debo decir, ocurría algo similar en radio Los Andes, hoy Sarmiento, con los maestros Néstor Antonio Gahona y Jorge German Ruiz, quienes jerarquizaron el uso del micrófono relatando nuestro fútbol chacarero.

También en El Gráfico escribían otros notables periodistas de entonces, como Osvaldo Ardizzone, Juvenal, Héctor Cherquis Bialo y Héctor Vega Onsime. A Piri García, lo seguía en las notas del básquet, y sentí un profundo orgullo cuando a nuestro Guillermo Riofrio lo bautizó “el pivot de América”. Con Osvaldo Ardizzone, siendo yo periodista, compartí una improvisada cabina que se instaló para los cronistas visitantes, arriba de la tribuna oficial del viejo Estadio Parque de Mayo, la vez que Boca vino y empató con Sportivo Desamparados, año 1969, en aquel 1 a 1 que selló el “Gringo” Juan José Pérez, en jugada muy festejada por el recordado periodista porteño.
Este lunes, cayó como bomba siniestra la noticia de que los nuevos dueños de El Gráfico cerraban la monumental revista que estaba a poco de cumplir 100 años. No sé qué pensará su fundador Constancio C. Vigil, o los responsables de la Editorial Atlántida, que por años cimentaron el gran prestigio de El Gráfico, de esta decisión de sus propietarios de hoy, el grupo Torneos y Competencias, que metieron en un ataúd no sólo El Gráfico sino también parte de la rica historia del fútbol argentino, y hoy deben confesar sus graves desatinos en los tribunales de Nueva York.
Muerte injusta y vergonzosa, para nuestra querida revista, de la cual prefiero conservar el recuerdo de aquélla avidez adolescente, recorriendo sus añoradas páginas, tan sabiamente escritas.
