Los estallidos de violencia en la Argentina, como los vividos últimamente en la Ciudad de Buenos Aires con ataques vandálicos por motivos políticos o deportivos, como la suspensión de la final de la Copa Libertadores de fútbol, no son aislados sino generados en un contexto de peligrosos desbordes sociales que afectan a la región.

Todavía aquí no se llega a los extremos que han hecho de América latina y el Caribe la región más violenta del planeta, según un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), publicado el jueves último. El organismo hizo un análisis de la incidencia de los ilícitos en las ciudades más populosas del continente, concluyendo que con sólo el 9% de la población mundial, la región es la única donde la principal causa externa de muerte es el homicidio.

El informe cita a Caracas, San Pedro Sula, San Salvador y Acapulco como las ciudades más violentas de la tierra. Las tasas de homicidios son de hasta 20 veces mayores que la media mundial y, de mantenerse la tendencia, para 2030 la tasa de homicidios será de 35 asesinatos por cada 100.000 habitantes. De igual manera los robos seguirán altísimos: actualmente es de 321,7 robos por cada 100.000 habitantes mientras que la media mundial es de 108.

Para el BID este panorama es una verdadera anomalía social si se tiene en cuenta que la región alcanzó mayores niveles de desarrollo en los últimos años, con tasas de crecimiento económico cercanas al 4% anual en la mayoría de los países y disminución de la pobreza. Es también contradictoria la ola de violencia en momentos que crecieron los niveles de estudios y de salud.

La respuesta a estos interrogantes debe buscarse por la poca confianza de la ciudadanía hacia las instituciones principalmente la Justicia-, y por ello la necesidad de hacerlas más profesionalizadas, caso de la policía, para acercarla más al ciudadano. Por eso la sensación de impunidad lleva a denunciar sólo el 45% de los delitos.

El estudio señala la rápida y desordenada urbanización, el estancamiento de la productividad en las ciudades y el desempleo juvenil como factores desencadenantes del crimen. En Latinoamérica hay 7,1 millones de jóvenes desempleados y 15,1 millones que no estudian ni trabajan.

Bajar los índices de violencia no es tarea fácil, pero es de esperar que los distintos gobiernos adopten las recomendaciones de este estudio para poder vivir sin sobresaltos por la inseguridad cotidiana.