Muy poco ruido y aún menos nueces. Así se desarrolla, por ahora, la campaña política en San Juan. Aparecen algunos pequeños focos de gente despierta, pero nada significativo: el peronismo que trata de bloquear algún intento de captación de voluntades por parte de Juntos por el Cambio (JxC) a efectivizarse después de asumir; un pequeñísimo roce en la Ciudad por la herencia; alguna queja por los cargos en la Justicia; un audio de la interna peronista que expone fisuras todavía abiertas; y el doble desplante de Patricia Bullrich a su coalición en San Juan, cierran el lote de las tristes "bombas" electorales. Se puede sumar alguna que otra reunión en un par de ministerios por transición, pero nada que provoque tonos altos entre funcionarios salientes y los nuevos. Todos los dirigentes de San Juan, micrófono en mano o en la intimidad, dicen que la verdadera transición arrancará luego del 22 de octubre, cuando ya el panorama de la interna sanjuanina del PJ y el nuevo dueño o dueña del sillón de Rivadavia, estén más visibles. Tanto en el PJ como en JxC aseguran que hay fuertes diferencias en las metodologías de trabajo de uno y otro frente. Orrego quiere cumplir con su promesa de campaña y se enfocará en las necesidades más urgentes de Salud y Educación, entre otras. Aseguran que el diputado nacional quiere dar un fuerte vuelco apenas pasado el 10 de diciembre, que no confía en los ministros de Uñac y que está convencido de que recibirá una provincia con mucha plata por cobrar de la Nación, y un acuerdo salarial que le costará trabajo cumplir. Del otro lado, en el Gobierno, afirman que aunque sea por un peso cerrarán el año con superávit, que la deuda nacional no es tan alta y que Orrego deberá trabajar mucho en gestionarla con el presidente que haya luego del 10 de diciembre, como le tocó a Uñac hacer con Mauricio Macri. Eso, obviamente, si es que Bullrich no logra imponerse a Sergio Massa y Javier Milei. Pero juran que dejarán la administración ordenada. Es decir, alguno exagera su verdad, y la del rival.
¿Por qué hay tanta paz en los dos principales frentes sanjuaninos a pesar de esas diferencias? Para responder esa pregunta primero habría que revisar el contexto en el que ocurre. A todos los partidos políticos les mete miedo el enojo de la gente, expresado en las PASO. Esa bronca fue capitalizada con éxito por Javier Milei, pero puede tener otro nombre, porque en realidad el nombre no importa. Quizás Cristina Fernández erró el famoso diagnóstico de los tercios cuando le dio crédito al libertario. Es probable que la conjetura de la Vicepresidenta haya estado dirigida estrictamente a lo electoral, pero el análisis va más allá. La bronca no va terminar con la elección si es que no hay cambios rápidos y, en realidad, nadie puede provocar cambios rápidos. La bronca hoy se llama Javier Milei, mañana no se sabe. El problema no es sólo electoral.
Ese es el contexto nacional. En San Juan los partidarios de un lado y el otro tratan de guardar silencio para no provocar más enojo en la población, pero se nota en cada gesto que en los subsuelos de la política hay mucha ebullición y que ese estado puede terminar explotando cuando el panorama político local y nacional esté más claro. Los líderes bajaron línea de no agresión, y así está ocurriendo, aunque esa orden no alcanza para callar conversaciones de café o datos en off que actuales y nuevos ya van despuntando sigilosamente.
También está el perfil de los líderes, que es un tema a analizar. Si Uñac se convierte en senador, que es lo más probable que ocurra, asumirá ese cargo con solamente 53 años de edad y una experiencia incomparable. El pocitano seguirá en un lugar de protagonismo en uno de los partidos con mayor cantidad de votos que tiene la provincia. Orrego, por su parte, llegará al sillón de Sarmiento con 48 años. Es decir, ambos tienen todavía mucho que recorrer. Nadie cree que ninguno se quiera ir a su casa dentro de cuatro años porque ambos tendrán fuerzas para pelearle al otro, o al que sea.
A pesar de su corta edad ninguno ha logrado escaparle al perfil de político típico de Argentina desde hace mucho tiempo: conducción unipersonal y fuerte control. Y ese es el problema de fondo, quizás. Estas nuevas épocas que vienen, con el poder bastante más disperso que hasta hoy, probablemente requiera de conducciones un poco más abiertas. Alguien con experiencia en política dijo ayer en un café céntrico que quizás es momento de empezar a mirar la política con menos determinación, justamente para tratar de llevar este tránsito de cambio en la mayor paz posible. Aludía a que los partidos políticos deberían empezar a ser más flexibles con sus afiliados, con su pertenencia. Alguien recordó la famosa transversalidad de Néstor Kirchner como fórmula para emular, aunque haya terminado en fracaso. Es decir, partidos que cambien de nombre, se unan y produzcan el nacimiento de algunos nuevos movimientos, con dirigentes de un lado para el otro. Es una idea que podría analizarse. La época, los votantes, están exigiendo cambios y algunos muy drásticos. El que sea más inteligente para interpretarlos, será el que gane. Con o sin transversalidad.