La tonada es, sin dudas, la música característica de Cuyo. Tengo la suerte de contar con un grupo de amigos que la aman, como también las cuecas y gatos. Nuestros encuentros son a pura guitarra y canto, con profusión de cogollos, asado, vino y empanadas. Como imagino habrá sido antaño, salvando las distancias, las reuniones en el caserón de don Raúl Oro, en Pocito, donde llegaban, recuerda el "Pelufo" Barboza, Los Quilla Huasi, Eduardo Falú, Mercedes Sosa y otros, o en aquel "rancho metido en mis cerros sanjuaninos", al que le cantó Saúl Quiroga. ¡Lo que habrán sido esos encuentros, de verdaderos monstruos del canto cuyano! Desgranar sus nombres sería tarea interminable, y no pretendo escribir una historia. Aunque intentaremos hacerlo con la licencia de seguras omisiones, recopilando entre lo que he leído, me han contado o lo poco que he vivido de tan profusas emociones.

El inicio

A mediados del siglo XIX, al llegar la nochecita, alguien habrá desenfundado una guitarra y comenzado los arpegios de una melodía suave, íntima, que se colaba sin pedir permiso, por entre las cavidades donde late el corazón. Con resabios de la tonadilla española, y esta abrevando de sus fuentes moras, y otros ritmos que se fueron agregando por el vasto territorio americano, se armonizaron unas notas que resultaron cómodas al oído de mendocinos, sanjuaninos y puntanos. 

De los años de 1850, dicen que es la antiquísima "Quien te amaba ya se va". El sutil dominio del instrumento principal, la guitarra, hizo que el intérprete le fuera sacando sus secretos hasta encontrar en el "punteo", sonoro y eficaz, el pie que busca el cantor para comenzar a hilvanar los versos. Tan ajustada se hizo esa propiedad, que hoy puede afirmarse que no hay tonada sin un buen punteo, tan apreciado en el guitarrista cuyano.

Como tampoco la hay sin el clásico cogollo, su característica primordial, versos improvisados que en la estrofa final, por lo general, se retribuye al dueño de casa por la invitación, o a su consorte, algún amigo, una dama o a todos los presentes. Estos luego deben "pagar", con un traguito o devolver con otra tonada, siguiendo la sentencia del "Negro" Villavicencio, según la cual "amor con amor se paga, y tonada con tonada".

Cuando se canta la tonada

"A dos picos" se la canta generalmente, porque para hacerla como solista se debe tener una voz portentosa como la recordada de Antonio Tormo, o más recientemente, la del "Gordo" Páez Oro. Aunque yo he visto cultores como el "Pepe" Sarasúa o el caucetero Sergio Leyes, que se "la bancan" en solitario, sin problemas. 

Otros solistas de nota fueron Carlos Escobar, pocitano de los 60, Omar del Río, Germán Lima, de Pie de Palo, o el caucetero Roberto Cortez. Pero el dúo es lo característico. Nuestro célebre Saúl Salinas supo enseñarle, allá por el 1915, a Gardel y Razzano a cantar a dúo. Primera y segunda voz. Porque aquellos lo hacían "a coro" y eso le quitaba brillo a la interpretación. Justamente de Saúl Salinas son las tonadas "Sanjuanina de mi amor" y "Mirala como se va" que el zorzal grabó en esos años iniciáticos de su carrera, donde comenzó cantando folclore. Otro sanjuanino por aquellos años que supo codearse con Gardel e incluso participó de su gira por Nueva York y tiene intervención en una de sus películas fue Agustín Cornejo.

En esta breve reseña, no podemos dejar de mencionar a Arancibia Laborda y Alfonso Zavala, de San Luis, a Hilario Cuadros y Félix Dardo Palorma, de Mendoza, y Buenaventura Luna, Saúl Salinas y el "Negro" Villavicencio entre los nuestros. Justamente Villavicencio vino, a mi entender, a darle un empujón renovador a la tonada. Esta, que no se baila y se interpretaba con aire quejumbroso y plañidero, costó siempre imponerla en la escena nacional.

Cuenta el "Pelufo" la gran emoción que sintió cuando le transmitió a su madre que el "Bebe" Flores lo invitó a cantar con él. Era su ídolo. Al morir Ramón, muy joven, se armó el dúo Flores-Barboza que duró algunos años, hasta que "Pelufo" se juntó con Manuel Minguez y conformaron el dúo "más nombrado en mil leguas a la redonda", al decir de Darío Bence. Pero en Pocito había cantores "como para hacer dulce", dice Barboza, como el dúo Álvarez-Reta, de los 60, o los tríos de Bebe Flores, Barboza y Carlos Gómez, el de Manuel Minguez, Carlos Durán y Alberto Suárez, o los primeros Inti Huama, Mario Zaguirre, Eduardo Castañeda, Quimeta, y Fonsi Velazco. Dignos herederos de esa estirpe pocitana, son los Diaz-Heredia, de gran presente.

Otros cultores como los hermanos De la Torre, Los Manantiales, Las Voces del Río Saso, los Caballeros de la Guitarra, el dúo Varas-Vallecillo, Las Voces del Puerto, Los hermanos Tapia, Los hermanos Zalazar, Las voces del Abanico, Los Tulducos, Aguilera-Guerra, Dúo Sisterna-Peralta, entre otros varios, tienen un lugar bien ganado entre los amantes de la Cuyanía. Perdón por los errores y omisiones, y ahora, cerrando todo, a ver mi amigo Jacinto Laciar si se anima a ensayar un gran ¡grito cuyano!

 

La tonada en la radio

La zamba norteña, sobre todo la "carpera", la chacarera santiagueña, especialmente la chaco-salteña que es más vivaz, así como el chamamé, son expresiones folclóricas alegres, bailables y más afines al gran público. Sin embargo las tonadas, cuecas y gatos, se hicieron un lugar entre los amantes del folklore nacional, gracias a los programas radiales de Radio El Mundo, donde la "Tropilla de Huachi Pampa", de Don Buenaventura, hizo punta por Buenos Aires en los años 40, y otros conjuntos de aceitado repertorio como Los Trovadores de Cuyo y Cantares de la Cañadita. Después, a mi modo de ver y sujeto a otras opiniones seguramente más autorizadas, Los Cantores de Quilla Huasi, en los años 60, supieron darle a lo cuyano una tonalidad más afín a los gustos del gran público. Bebieron en las fuentes de Don Buenaventura e incluso uno de sus intérpretes, Oscar Valles, tiene hermosas composiciones con Villavicencio, agregándole melodía a los versos inspirados de este.

Afirmación de lo nuestro

Me cuenta Leyes que, para él, la Asociación Encuentro de los Cuyanos tuvo mucho que ver con la afirmación de lo nuestro. Él presidió la primera delegación que hubo en Caucete, y supo reunir por los 60 a varios dúos, como el "Cata" Cabaña y el "Quirquincho" Cardozo, de la Villa Independencia, a los hermanos Lolo, Nino y Félix Zárate, de Pozo de los Algarrobos, a los hermanos Tobares de Villa Etelvina y los hermanos Rosas, del Matadero. Más recientemente, los dúos Pelaytay-Rojas y Sisterna-Peralta, dejaron una huella perenne. Sin lugar a dudas don Jorge Darío Bence y su hijo Pascual Recabarren, son pilares fundamentales de nuestro acervo cuyano. Y desde Pocito, el ya mencionado don Raúl Oro, sus hijos el "Pinono" y Osvaldo Oro, y su descendencia, los "Gajos de Pinono", son imposibles de no recordar, junto al renombrado "Goyo" Becerra. Así como el "Bebe" Flores, que junto a su hermano Ramón, conformaron una gran dupla y fue el "Bebe" quien descubrió, cuando apenas tenía 14 años, la poderosa voz de Américo "Pelufo" Barboza, y su notable oído para "hacer la segunda", como no habría otro en San Juan.

 

 

Por Orlando Navarro
Periodista 
Rodolfo Crubellier
Ilustración

 

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