La vida con responsabilidad, la vida jugándose, suele ser más ardorosa y tener más riesgos, pero, sin dudas, es más digna.

La batalla permanente por el imperio de la ética y la ley, cueste lo que cueste, combatiendo su transgresión, es un deber ineludible del magistrado o funcionario que decidió su destino en favor de la Justicia; aunque en muchos casos sigue siendo una deuda institucional grave e inexcusable entre nosotros los argentinos. En el marco de un país con esa dificultad fundamental, las personas que honran la ley, sea desde el llano a partir del simple gesto de dejar pasar al peatón, como desde la trinchera institucional, impartiendo o haciendo impartir Justicia, merecen nuestro respeto, reconocimiento y admiración, aunque se trate ello de un básico deber constitucional y moral.

"Cuando un ser humano honorable ha cumplido con todos los mandatos que la ética y el amor le imponen, irse, aunque sea joven, es dejar un ejemplo…”

Sé que muchas veces vos te quedaste hasta altas horas de la madrugada para elaborar tu alegato del día siguiente en una delicada audiencia tribunalicia y que siempre tu aporte fue digno y brillante. Todos quienes de algún modo colaboramos con la Justicia, lo sabemos. Desde lo personal te vi ser el jefe espiritual, el ejemplo de una familia que forjaste con la simpleza de quien hace las cosas que corresponden.

La vida se construye de mil formas. Es por eso que la muerte puede ser una cortina negra que cierra un ciclo que bien puede estar inconcluso o haber sido completado con honor, como creo es tu caso. Cuando un ser humano honorable ha cumplido con todos los mandatos que la ética y el amor le imponen, irse, aunque sea joven, es dejar un ejemplo y muchísimos menos dolores, porque estos son contenidos por ese no muchas veces logrado fin de honrar la vida, como lo quiere la bella canción de Eladia Blázquez.

Te extrañaremos todos, pero creo que desde un sitio de reconocimiento y al modo de un espejo donde es grato mirarse. Te echaré de menos, cuando al final de mis recitales, donde nunca faltabas, te acercabas a abrazarme desde el calor implícito y aun latente de las canciones recientemente vertidas en un sagrado sitio donde la gente se encuentra con los sentimientos, que es un modo de reinventarse a la luz de los amores de toda índole.

Mi eterno abrazo sincero, mi reconocimiento y admiración, querido consuegro, hermano, amigo Gustavo Enrique Manini.