Para Domingo Faustino Sarmiento la educación era la base con la que el país lograría un desarrollo integral, y fue por eso que cuando tuvo la oportunidad de ocupar cargos de gobierno lanzó una gran campaña nacional destinada a crear escuelas en todos los rincones del país. El Gran Educador sabía que la tarea era ardua y que trascendería su propia época, por eso trató de dejar claros los principios que rigen a la educación argentina, para que las generaciones futuras prosigan esta tarea, algo que se está cumpliendo a medias en la medida que la educación no se está impartiendo con el nivel de excelencia que corresponde. 

Sarmiento pasó mucho tiempo dándole forma a su idea de educación pública para la Argentina, que fue llevando a la práctica desde los distintos puestos de poder que ocupó como gobernador de San Juan, senador, presidente de la nación, director de escuelas, e incluso como periodista en varios medios. 

En esta fecha en que se recuerda un nuevo aniversario del fallecimiento de Sarmiento y, consecuentemente, el Día del Maestro, lo primero que hay que señalar es que la escuela pública argentina y los educadores en general recibieron el legado de Sarmiento y, de alguna forma, son sus herederos. 

En esta condición son ellos, con la ayuda de las familias y de toda la comunidad, los que tienen que rescatar esos principios básicos de la educación para que la enseñanza recupere su lugar y sea forjadora de los valores perdidos, especialmente en niños y adolescentes. 

Para Sarmiento, la escuela moderna no podía ser concebida si no se la pensaba en el marco de la construcción de un Estado moderno. En ese sentido el prócer ha dejado muchos documentos escritos y fue generador de muchas discusiones vinculadas a cómo iba a ser esa educación en el futuro. Esos son los principios de los que se habla y que poco se los tiene en cuenta, para mejorar la calidad educativa, una deuda pendiente que el propio Sarmiento no hubiese tolerado. 

Hay que volver a la esencia de la educación para crear en las nuevas generaciones hábitos de responsabilidad y cumplimiento. En educación todo cuenta, desde el hecho de ir puntualmente a la escuela creando el hábito de la aplicación y la conducta, hasta saber distinguir entre las personas más capaces y responsables dentro de la sociedad. En este último aspecto los ejemplos a nivel educativo no han sido los más destacados, partiendo de una insistencia absurda por designar líderes sindicales que han demostrado no estar a la altura de los requerimientos educativos. Si se le da lugar a los reclamos por la fuerza y se posterga la discusión inteligente sobre qué es lo que más beneficia a la educación, es evidente que se está en el camino errado y el que Sarmiento nunca hubiese avalado.