En 1997, los canales de televisión comenzaban a promocionar de manera casi compulsiva las ahora lejanas Hot Line, es decir, los servicio de charlas eróticas telefónicas de (muy) elevado costo. Sin embargo, había un detalle que escapaba al conocimiento de la gente: cada discado implicaba una llamada internacional.
En ese contexto, en noviembre de ese año, cientos de sanjuaninos comenzaron a denunciar que sus boletas telefónicas llegaban con valores desorbitantes y en el detalle figuraban llamadas que, según decían, jamás habían hecho. En la facturación de la época de Telefónica de Argentina aparecían numerosos casos de llamados correspondientes al servicio de Discado Directo Internacional, con destinos como Sierra Leona (África), Guyana (Norte de Sudamérica) o Islas Cook (Australia).
Ante las denuncias que crecían día a día, la Dirección de Telecomunicaciones inició una investigación, llegando a la conclusión de que se trataban de llamadas a las Hot Line. El conflicto creció debido a que nadie quería sumir que esas llamadas efectivamente se habían llevado a cabo. En 1997, los canales de televisión comenzaban a promocionar de manera casi compulsiva las ahora lejanas Hot Line, es decir, los servicio de charlas eróticas telefónicas de (muy) elevado costo. Sin embargo, había un detalle que escapaba al conocimiento de la gente: cada discado implicaba una llamada internacional.
El mecanismo que se usaba era publicitar un aviso en los medios indicando un número de teléfono urbano, donde el cliente escuchaba un mensaje grabado que lo invitaba a realizar un nuevo llamado que generalmente correspondía a un llamado internacional. “Seguramente hay una estafa por parte de las empresas que abusan de la buena fe de la gente publicando avisos engañosos y que el público desconoce que son llamadas a otros países”, decían desde Telefónica en ese momento.
¿Cuál era el problema? Los usuarios negaban haber realizado esas llamadas y, por lo tanto, no pagaban las boletas. Una de las familias oriunda de Rivadavia denunció en ese entonces que en su boleta figuraban 33 llamados a Guyana. En esa vivienda vivían un matrimonio mayor y su hijo de 29 años. Ellos aseguraban que estaban todo el día fuera de casa.
Otra de las familias, compuesta por una madre y sus dos hijos, denunció el cobro de 20 llamadas al exterior. “Reclamé y tuve que soportar la mala atención porque si uno tiene hijos desconfían”, había manifestado la mujer indignada.
Los casos comenzaron a multiplicarse. Sólo en Jáchal hubo casi un centenar de reclamos.

De esta manera, se inició una ardua investigación para determinar qué estaba ocurriendo. Los usuarios debían someterse a una investigación que incluía un interrogatorio a los miembros de la familia para verificar si alguno realizó las llamadas. En su momento también se analizó la posibilidad de que hubiera teléfonos pinchados. Tampoco se descartó que los mismos operarios interceptarán líneas privadas para realizar los llamados de manera clandestina.
La polémica fue tan grande que desde la Comisión Nacional de Comunicación le prohibieron a Telefónica realizar cortes por falta de pago en las líneas de los denunciantes, hasta determinar qué había sucedido. Sin embargo, la empresa decidió de todas formas restringir el servicio a varios usuarios.
¿Qué decían desde la firma? “Hay usuarios que no admiten haber realizado esas llamadas pero nosotros tenemos forma de comprobarlo y si no están de acuerdo, que hagan un reclamo informal en las oficinas y analicen con nuestro personal esas comunicaciones. Vamos a cortar cuando podamos comprobar fehacientemente que las llamadas”.
El tema de las Hot Line tuvo un final abrupto cuando en febrero de 98, un ente nacional decidió bloquear este tipo de comunicaciones ante las reiteradas denuncias. Además se estableció la prohibición de publicitar números telefónicos vinculados a consultas internacionales de horóscopo, temas eróticos o similares.
