
complejo fue un trabajo que su papá comenzó a mediados del siglo XX. Su hijo Juan Carlos la terminó en el XXI.
En Buenos Aires sobreviven vestigios del frustrado Mausoleo a Eva Perón, un gigantesco complejo escultórico cuya altura hubiera duplicado la del Obelisco y con una base superior a la de la cancha de River, ideado en memoria de la ‘líder de los descamisados‘, de quien el próximo miércoles se cumplen 65 años de su muerte.
Aquel coloso sería el más grande del mundo para su época, pesaría 42.000 toneladas, tendría una base de 100 por 100 metros, 14 ascensores y tres niveles, además de un mirador en altura, una sala principal y una cripta subterránea en la que descansaría el cuerpo de Evita.
Si hoy es posible seguir las huellas de este monumento de casi 140 metros nunca inaugurado, es porque las obras avanzaban a buen ritmo cuando se produjo el golpe de Estado de 1955. Con el derrocamiento ese año del expresidente Juan Domingo Perón no sólo se frenaron los trabajos, sino que se sellaron los cimientos y mutilaron y arrojaron al Riachuelo algunas de las estatuas de mármol de Carrara que había construido el reconocido escultor italiano Leone Tomassi, contratado para diseñar el mausoleo.
Aquel coloso sería el más grande del mundo para su época y pesaría 42 mil toneladas.
Casi 30 años más tarde, trabajadores del ministerio de Obras Públicas que conocían su localización, se la comunicaron al por entonces intendente bonaerense de Lomas de Zamora, Eduardo Duhalde, a quien le pidieron que las saque del agua.
‘Sacaron dos estatuas de 4,5 metros de altura y 45 toneladas a las que les habían cortado la cabeza. Estuvieron guardadas en unos almacenes hasta que, en 1996, las trasladaron a la quinta 17 de Octubre‘, en la localidad bonaerense de San Vicente, contó Marcelo Padró, director del Museo que funciona en el predio donde descansan los restos de Perón.
‘El hijo de Tomassi se ofreció años más tarde a reparar las piezas vandalizadas, pero le dijeron que las dejara así, para que quedara registro del tremendo odio que motivó su destrucción en ese momento‘, aseguró.
Las imponentes figuras formaban parte de las 16 estatuas alegóricas que adornarían el ingreso al salón principal del monumento, y de las cuales seis llegaron a construirse. Tres de ellas han desaparecido, dos están en San Vicente y la otra, que representaba a la ’Independencia Económica’, fue guardada en un galpón del puerto bonaerense de Mar del Plata hasta que en 1987 se la emplazó en la esquina de Martínez de Hoz y 12 de Octubre de esa ciudad.
Según Oscar Andrés De Masi, experto en patrimonio monumental, el mausoleo ‘era un complejo artístico-monumental-funerario‘ pero también era un ‘museo sobre el justicialismo‘ ya que cada estatua se correspondía con uno de sus postulados doctrinarios: la Justicia Social, la Independencia Económica, la Soberanía Política y los Derechos del Trabajador, entre otros.
Fue Evita quien ideó su construcción y originalmente lo había pensado como un ‘Monumento al Descamisado‘ que homenajeara a la clase trabajadora. ‘La fragilidad de Eva Perón impulsó un cambio en el proyecto. Se decidió que ya no solo fuera una obra para enaltecer al trabajador, sino también un mausoleo monumental para ella‘, expresó De Masi.
El 4 de julio de 1952, 22 días antes de su muerte, el Congreso Nacional sancionó una ley para el emplazamiento del monumento y el 30 de abril de 1955 Perón colocó la primera cucharada de mezcla en un acto que dio comienzo a la obra. El trabajo más delicado, la figura que cubriría la tapa del féretro de Evita, fue encomendada a Juan Carlos Pallarols Cuní, padre del orfebre que confecciona los bastones presidenciales argentinos en su taller de San Telmo, en la ciudad de Buenos Aires.
Los impulsores del Mausoleo le habían encargado una escultura de Evita de tamaño natural y en plata que estaba casi terminada cuando fue obligado a destruirla en 1955. Fue su hijo quien, 53 años después, reconstruyó la cabeza de la figura y la donó al Museo Histórico Nacional, en San Telmo. Lo más impactante en el monumento era la figura del descamisado, un viril trabajador de 67 metros que remataría la cima del complejo con gesto adusto, camisa abierta, mangas arremangadas, puños apretados y la vista puesta hacia el Río de la Plata.
Aún hay una gigantesca muestra imperecedera del monumento: sus cimientos de 60 metros de profundidad construidos donde hoy está la Floralis Genérica, en la porteña Avenida Figueroa Alcorta al 2300. Télam
Pallarols, figura clave del trabajo
El orfebre Juan Carlos Pallarols, de 74 años, cuyo padre fue uno de los artistas convocados en 1952 para la construcción del mausoleo a Eva, aseguró que la máscara mortuoria labrada en plata de la líder justicialista que integraba el complejo fue un trabajo que su papá ‘comenzó a mediados del siglo XX y yo culminé en el XXI‘, 53 años después de que el golpe de Estado de 1955 truncara el proyecto.
Los impulsores del que habría sido el monumento más alto del mundo hasta 2008, cuando se erigió el Buda del Templo de la Primavera, en China, le habían encargado a Juan Carlos Pallarols padre una talla de cuerpo entero, tamaño natural y en plata de Evita. Sería una estatua yacente y recostada en una especie de altar que adornaría la tapa del féretro, con una figura labrada sobre láminas de plata.
‘Mi padre comenzó la labor a mediados del siglo XX, yo la culminé en el XXI‘, cuenta Juan Carlos Pallarols (hijo), aunque se refiera solamente a la cabeza de Evita y no a escultura completa.
Pallarols todavía hoy se conmueve al recordar el costo que tuvo para su padre destruir con sus propias manos la que iba a ser la obra de su vida. ‘El decreto 4.161 ordenó destruir todo lo que tenía que ver con el peronismo‘, contó. ‘A mi padre destruir su trabajo lo dejó realmente tristísimo, no se recuperó nunca y pocos años después murió‘, agregó.
El creador de los bastones presidenciales relató que lo único que pudo guardar oculto su padre fue la maqueta a escala reducida de la obra completa, así como la máscara de Eva tamaño natural que fuera confeccionada en yeso. ‘Eso había quedado roto en pedazos y así como estaba se envolvió con manteles y se enterró en una quinta que tenían mi papá y un tío. Cuando volvió la democracia, yo desenterré todo y lo rearmé‘, dijo Pallarols. ‘Tomé el molde (la máscara) celosamente guardado y decidí dar a luz una obra renovada‘, contó. Pallarols en 2008 dio por concluido su trabajo.
