La segunda vuelta de las elecciones presidenciales del Perú, realizadas el 6 de este mes, sigue con un resultado incierto debido a la paridad de los conteos del sufragio y las numerosas impugnaciones y denuncias de uno y otro lado entre el empate técnico de Pedro Castillo y Keiko Fujimori con el 50,125% y el 49,875% de los votos, respectivamente, según la Oficina Nacional de Procesos Electorales.

Castillo, candidato de izquierda Perú Libre, superó a Fujimori, de Fuerza Popular de derecha, por 44.058 votos, pero las autoridades electorales no pueden proclamar a un ganador debido a que deben resolverse los pedidos de nulidad de actos de votación por ambos partidos, una compleja tarea que implica revisar 802 actas de votación que representan unos 200.000 votos y saber si los reclamos llegaron en el tiempo reglamentario.

El panorama político peruano es muy delicado, más allá de la sospecha de fraude por parte del 70% de los electores y ha salido del escenario natural para ubicarse en el ámbito regional y el seguimiento de analistas internacionales. En el primero de los casos se produjo la intromisión de presidentes en ejercicio, entre ellos Alberto Fernández, Luis Arce y Daniel Ortega y expresidentes como Lula da Silva, Dilma Rousseff, Evo Morales y Rafael Correa con efusivas felicitaciones inmediatas para Castillo, aunque nuca fue proclamado ganador.

Por otra parte líderes de derecha continental han sugerido una insólita tercera vuelta controlada por organismos internacionales argumentando que en el actual plano de igualdad cualquiera que sea ganador no alcanzará consensos en el polarizado ambiente político peruano y con el riesgo de producirse reacciones adversas que podrían afectar la paz y la estabilidad de la nación. Señalan que el comportamiento parcializado de las autoridades ha convertido un proceso técnico-electoral en un delicado problema político.

En este clima tenso Castillo reclamó por la demora que tiene en zozobra al pueblo peruano y que se respete la voluntad popular. Fujimori, por su parte, se muestra confiada en que las impugnaciones terminarán por favorecer su candidatura y unos y otros movimientos aconsejan a sus seguidores a mantenerse en alerta y manifestarse en forma pacífica. Son dos mechas encendidas que pueden hacer estallar la democracia con ondas expansivas continentales, como insinúan las prematuras salutaciones ideológicas, rompiendo la lógica de la diplomacia. Se suma el grave pronunciamiento de ex jefes militares con claras intenciones de sumarse al río revuelto.