
En este itinerario del amor que venimos desarrollando en artículos anteriores, en base al documento "Amoris Laetitia” del Papa Francisco, los matrimonios y las familias experimentarán distintos tipos de dificultades y de crisis que pueden provenir de las personas o de los cambios que origina la etapa del ciclo vital matrimonial y familiar que atraviesan. Las crisis son inevitables y ayudan a crecer. Lo "anormal” sería una vida conyugal sin crisis, sin conflictos, sin pequeños o grandes "terremotos” que pongan a prueba el amor.
Escribe el Papa Francisco (AL,235-236): "Hay crisis comunes que suelen ocurrir en todos los matrimonios, como la crisis de los comienzos, cuando hay que aprender a compatibilizar las diferencias y desprenderse de los padres…" Ya vimos antes como en los primeros meses los esposos sufrirán la prueba del reajuste de personalidades, de adaptación y aceptación del otro con sus defectos y limitaciones; "o la crisis de la llegada del hijo, con sus nuevos desafíos emocionales”… El nacimiento del primer hijo acapara el amor y el tiempo de la madre, pudiendo el esposo quejarse al sentirse desatendido y "dejado de lado” emocionalmente; "la crisis de la crianza, que cambia los hábitos del matrimonio”… La incorporación de un hijo en la familia provoca inevitablemente mucha tensión en la pareja y son frecuentes los reproches, el cansancio, la dificultad para ponerse de acuerdo en cómo y cuándo hacer las cosas; "la crisis de la adolescencia del hijo, que exige muchas energías, desestabiliza a los padres y a veces los enfrenta entre sí” … El adolescente sufre o "adolece” una gran crisis de identidad: dejar de ser niño para transformarse en adulto. Es el desafío de su transformación o crecimiento personal. La crisis de la adolescencia de los hijos generalmente coincide con la "crisis de la edad media” de los padres; "la crisis del "nido vacío”, que obliga a la pareja a mirarse nuevamente a sí misma” … Con la salida de los hijos del hogar se produce el "síndrome del nido vacío”. Algunas parejas atraviesan esto con dificultad, pues han dejado "todo” por la crianza de sus hijos, y los acusan de dejarlos solos y abandonados. En realidad, los hijos dejan la casa porque deben formar sus propias familias para poder continuar al ciclo vital. Es la ley de la vida; "la crisis que se origina en la vejez de los padres de los cónyuges, que reclaman más presencia, cuidados y decisiones difíciles”… "A estas se suman las crisis personales que inciden en la pareja, relacionadas con dificultades económicas, laborales, afectivas, sociales, espirituales. Y se agregan circunstancias inesperadas que pueden alterar la vida familiar, y que exigen un camino de perdón y reconciliación. Al mismo tiempo que intenta dar el paso del perdón, cada uno tiene que preguntarse con serena humildad si no ha creado las condiciones para exponer al otro a cometer ciertos errores”.
Ciertamente, son muchos los desafíos que enfrentarán los esposos en el itinerario del amor. Pero cuentan, por la gracia del Sacramento del Matrimonio, con la presencia de Jesús y de María cada día, para hacer milagros en sus vidas, transformando el "agua” de las dificultades y problemas, en el "vino” de la alegría y la felicidad, como en las bodas de Caná (Jn 2,1-11).
Por Ricardo Sánchez Recio
Orientador Familiar. Lic. en Bioquímica. Profesor.
