Martín Maldonado es investigador del Conicet, cordobés y literalmente puso su cuerpo (y el de otros voluntarios) al servicio de la ciencia cuando se planteó pasar seis meses alimentándose únicamente con los valores de la Canasta Básica Alimentaria. Apenas llegó a los cuatro meses cuando su organismo, afectado por la composición nutricional del parámetro que determina quién es pobre y quién no en Argentina, lo obligó a dejar el llamado Proyecto Czekalinski. Esta es una investigación que por primera vez puso a prueba la calidad nutricional de la canasta y sus efectos en la salud física y mental de quienes la consumen, un paso clave para pedir que se abolida y reemplazada por la alimentación sugerida en las Guías Alimentarias para la Población Argentina del Ministerio de Salud de la Nación. Maldonado llega hoy a San Juan, para trabajar con los especialistas del Observatorio de Desarrollo Social de la provincia, del que ahora es asesor, y previamente habló con DIARIO DE CUYO.
-¿Cómo el Proyecto Czekalinski es recibido por los gobiernos?
-El proyecto permite terminar de trazar la línea entre políticas alimentarias y políticas nutricionales. En ese sentido, lo que queremos es terminar con el bolsón clásico, el que tiene arroz, fideos y azúcar. Los bolsones tradicionales y las provisiones de alimentos en comedores escolares son de muy baja calidad, cuando por el mismo costo se podría nutrir de mejor manera, y en eso estamos trabajando.
-¿Y qué deberían contener los bolsones?
-Por el mismo precio, los bolsones deben tener más legumbres y alimentos con más fibra; y por supuesto tratar de sumar frutas y verduras frescas. Hay que reducir fundamentalmente las harinas, los azúcares y los alimentos ultra procesados, que son grupos altamente dañinos. Después de mucho tiempo de malnutrición se advierte que en los sectores empobrecidos la gente es gorda, especialmente las mujeres porque no producen tanto gasto calórico como los hombres.
-¿Qué factores influyen en esta situación?
-Los puedo ordenar en cuatro. El primero, el costo de los alimentos. ¿Cómo puede ser que una manzana cueste lo mismo que un alfajor? La carne de calidad es cara, las verduras también, casi todo es caro. El segundo factor es la accesibilidad a algunos alimentos, como los pescados en San Juan, por ejemplo. Después está el factor cultural, porque estamos acostumbrados a comer muchas harinas, acostumbrados al pan, cuando podemos recurrir a la quinoa o legumbres en su reemplazo. Y en cuarto puesto aparecen las políticas tradicionales, que no tienen buenos programas nutricionales. En ese sentido San Juan hizo un diagnóstico hace un tiempo y va interviniendo de a poco, con buenas iniciativas como el Plan Mil Días.
-¿Y cómo afecta al país este conjunto de factores?
-Estos son factores que hacen que en un país como Argentina tengamos dos problemas inadmisibles. El primero es el hambre, pese a que producimos alimentos para 60 millones de personas y producimos calorías para 400 millones, cuando somos 45 millones; así y todo tenemos hambre. El segundo problema es la mal nutrición. Estamos mal comidos en un país que tiene todos los recursos naturales, porque otra cosa sería una situación de guerra o que vivamos en un desierto. Acá tenemos todo para que los grupos alimentarios sean accesibles, pero la realidad es que hay una distorsión de precios enorme, entre lo que sale de la tierra y lo que el consumidor termina comprando en góndola.
"Nos duele la pobreza en Argentina. La consideramos inaceptable y no podemos mirar para otro lado"
Martín Maldonado / Proyecto Czekalinski
-Lo invitaron a ser parte del Plan Argentina contra el Hambre, ¿qué evaluación hizo?
-Nos invitaron y llevamos nuestro diagnóstico, pero por la pandemia fueron suspendidas las reuniones. El ministro sabe lo que estamos diciendo, que las mediciones de pobreza son obsoletas, porque además es un técnico; pero la realidad es que en los papeles todo esto se sabía, sólo que nadie lo probó, nadie lo testeó antes.
-¿Cree que Argentina cambiará la forma de medir la pobreza?
-Esto debe cambiar necesariamente porque está cambiando en todo el mundo. Se está yendo a una medición multidimensional de la pobreza. Argentina mide por un lado con la Canasta Básica, a través de los ingresos monetarios, es decir si alcanza o no para comprar alimentos; y por el otro mediante las Necesidades Básicas Insatisfechas, que se determinan cada 10 años en los censos. Las NBI miden infraestructura, acceso a servicios, si los chicos van a la escuela, si hay hacinamiento, es decir, la pobreza estructural. Ahora bien, estas mediciones fueron diseñadas y pensadas hace 60 años y responden a una idea de pobreza como carencia material y de servicios. Tenemos que ubicarnos en contexto y pensar que en plena modernidad del siglo XX la pobreza era carencia principalmente de dinero, de vivienda, de educación y salud. Esa era la mirada por entonces y estaba bien en ese momento, pero no es suficiente en la post modernidad.
-¿Qué debe medirse ahora?
-La pobreza cambió su naturaleza, su esencia. Ahora no es sólo carencia de lo material sino además de otras cosas nuevas, como por ejemplo el acceso a un medio ambiente sano; la calidad del empleo: no solamente lo que se cobra si no también si se trata de un trabajo estable, si hay o no precarización laboral ya que no es lo mismo cobrar 40 mil pesos con vacaciones y obra social que cobrarlos en negro. También se trata de violencia, en todos sus formas, sistemática, parental, de genero; de la calidad y uso del tiempo libre; de la calidad y el acceso a la información; a la conectividad y como se usa la internet. Además es clave la aceptación de la identidad como parte de tu comunidad, es decir, la identidad religiosa, de género o etnia. Todas estas dimensiones no son ingresos monetarios pero hacen a la calidad de vida y acá no las tenemos en cuenta. Entonces, conceptualmente, las mediciones en Argentina son obsoletas porque están diseñas para medir la pobreza del siglo pasado.
-¿Y por qué Argentina no hace mediciones multidimensionales de pobreza?
-Acá no se hace nivel nacional por atraso burocrático de gestión. Sí hay una universidad privada, la UCA, que lo hace y muy bien, pero es una medición muy cara y por eso la lleva a cabo con una muestra pequeña. La pobreza multidimensional en Argentina, de acuerdo a la UCA, dio casi 70% antes de la pandemia, no quiero pensar ahora. En otros países como México, Brasil o Chile ya están haciendo mediciones de este tipo y el mundo en general va avanzando hacia ellos. Es lo que promueve Naciones Unidas y el Programa de Desarrollo de Naciones Unidades.
La investigación que mostró la falacia de la Canasta Básica
¿Sabés cuántos gramos de café están incluidos en la Canasta Básica? Sólo 30 gramos, te alcanza para cinco tazas dobles en todo el mes. Algo similar pasa con la yerba mate+, relató Maldonado al recordar la investigación que entre 2019 y 2020 desarrolló bajo el nombre de Proyecto Czekalinski (se llama así por la tapa de la revista Life del 19 de Noviembre de 1951, que tenía una foto de la familia Czekalinski con todos los alimentos que comerían en un año). Entre los voluntarios que afrontaron la investigación, las personas intentaron alimentarse sólo con los alimentos que están listados en la Canasta Básica Alimentaria del INDEC durante seis meses. No alcanzaron a concretarlo puesto que sufrieron afectaciones físicas como pérdida de peso, agotamiento o aumento de triglicéridos e incluso impactos psicológico y emocional.
La Canasta Básica que mide la pobreza en Argentina permite tomar por ejemplo 500 mililitros de yogurt o 200 gramos de queso u ocho litros de leche, todo en un mes.
Maldonado y los otros voluntarios debieron medir y calcular cada alimento, pero así y todo el investigador del Conicet por ejemplo en el primer mes consumió sus raciones de queso, manteca, frutas o mermelada en menos de 15 días.
La investigación tuvo una fuerte repercusión incluso fuera del país y fue nominada a los premios Global Media Awards 2020, además de que Nación los invitó a ser parte del plan Argentina contra el Hambre.
De acuerdo al Indec, la canasta básica alimentaria aumentó un 45,5% en 2020 y una familia de cuatro integrantes, con dos adultos y dos menores, necesitó $22.681 para no caer en la indigencia. El mismo organismo determinó que el 40,9% de la población argentina vive por debajo de la línea de pobreza.