Nacemos educables pero no educados. Es en la familia, ámbito natural donde la persona nace, crece y madura, donde el hombre debe ser educado y humanizado a través de la educación de los padres. En ella se adquiere el control de las funciones del cuerpo, se aprende el lenguaje, las primeras nociones numéricas y espaciales, se adquieren los hábitos y virtudes morales, se inculcan los deberes y valores sociales, etc. De esta manera, la función educadora de la familia se vuelca a la sociedad. 

El ser humano necesita de la familia durante muchos años para el correcto y eficaz desarrollo de sus potencialidades específicamente humanas. Así se va adquiriendo los elementos básicos para formar el criterio frente a la vida y se va desarrollando igualmente los hábitos operativos buenos o virtudes fundamentales para obrar de acuerdo con sus decisiones. En definitiva, se trata de ayudar a los hijos a fortalecer la voluntad para ejercer la libertad con responsabilidad, de modo que sean capaces de elegir lo éticamente bueno, valioso y saludable, alcanzando así la felicidad, a la que todo hombre aspira.

"Los padres tienen una misión educativa insustituible ayudando a "extraer", sacar, las potencialidades que hay en sus hijos…, transmitiendo valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos esenciales…"

Etimológicamente, la palabra educación procede del latín "educare" que significa criar, alimentar, y del térmico "educere" que significa extraer, sacar de adentro. Uno y otro significado apuntan en la misma dirección: educar es comunicar conocimientos y transmitir un conjunto de valores, formar; pero también es sacar lo mejor que hay dentro de una persona, irla "puliendo" para hacerla más perfecta. En este sentido, me gusta mucho relacionar la educación con el arte y con el cultivo. Miguel Ángel "educía" de la piedra perfecciones que estaban en potencia en ella, y un bloque informe de mármol cobraba la perfección en el David o en la Piedad. El artista logra la perfección de la piedra. En el hombre, lo que se debe "educir" o sacar es la perfección de las virtudes, que están en potencia en él. Los padres, puesto que han dado la vida a sus hijos, están gravemente obligados a la educación íntegra, personal y social de los hijos. Los padres son, por tanto, la primera escuela de las virtudes humanas, que todas las sociedades necesitan. Este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente pueda suplirse, con notables consecuencias sociales. 

Igualmente, el cultivar un árbol requiere mucho trabajo y paciencia: preparar la tierra, regarla, esperar el brote, colocar una guía, etc. La educación del ser humano también es un proceso que requiere tiempo y esfuerzo y los padres deben aprender a educar a sus hijos, prepararse, formarse, capacitarse para ello. Ellos tienen una misión educativa insustituible ayudando a "extraer", sacar, las potencialidades que hay en sus hijos, lo mejor de sí mismos para llevarlos a la perfección, transmitiendo los valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos esenciales para el desarrollo y bienestar de los mismos. 

Consideren, pues, atentamente los padres la importancia que tienen para la vida, el progreso y la felicidad de sus hijos. Si el hombre es fundamentalmente un ser social, la educación de las virtudes es el proceso que permite a cada individuo insertarse positivamente en la sociedad. En la familia se "forja" el ciudadano de bien. Por ello, las personas bien educadas y virtuosas son la riqueza de un país.

 

Por Ricardo Sánchez Recio
Orientador Familiar. Profesor y Licenciado en Bioquímica.