"Ya no escuchamos hablar de Vigotsky, Piaget, Ausubel o Novak. Ahora hablamos de virtualidad, plataformas, Zoom, o Meet".
Decía Einstein que "en los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento". Todo indica que la respuesta de las universidades a la crisis originada por la pandemia, confirma el dicho del genial físico alemán. Con esfuerzo y creatividad, implementaron un Plan de Continuidad Pedagógica, garantizando a los alumnos la continuación de su formación (Las universidades argentinas frente a la pandemia del Covid-19; Consejo Interuniversitario Nacional, CiN, abril de 2020). Lo que no se debatió en años, se aprendió en semanas. Equipos de gestión, docentes, investigadores, extensionistas, no docentes, alumnos, todos tras una misma meta. El compromiso fue el motor que impulsó el incansable trabajo de todos, especialmente de los docentes. Rápidamente, debieron rediseñar contenidos, modalidades no presenciales y formas de evaluación. Las enriquecedoras discusiones sobre teorías pedagógicas quedaron, temporalmente, de lado. Conceptos como aprendizaje socio-cultural, constructivismo, aprendizaje significativo, constructivismo humanista, cedieron frente a la necesidad de una nueva pedagogía de la cercanía. Ya no escuchamos hablar de Vigotsky, Piaget, Ausubel o Novak. Ahora hablamos de virtualidad, plataformas, Zoom, Meet, podcats. Y nuestro sistema universitario respondió a la altura de las circunstancias.
Producir cambios no es tarea fácil, menos aún en contextos de crisis e incertidumbre como el actual. Pero pasado el vértigo de las primeras semanas, propongo poner en debate algunos puntos que pueden desdibujarse ante tanto aceleramiento y frenesí:
- La esencia de las universidades: La razón de ser de las universidades que nacieron en la edad Media, bajo el impulso de la Iglesia Católica, no se dirime en un supuesto antagonismo entre presencialidad y virtualidad. Debemos recordar que la universidad es ante todo una comunidad académica que forma profesionales, los capacita para la investigación y los educa para la resolución de problemas. Formar para transformar pareciera ser el lema que mejor resume su razón de ser.
- La enseñanza virtual como política inclusiva y de cercanía: La educación virtual es una valiosa herramienta para la producción de conocimientos. El empleo de estas nuevas tecnologías al servicio de la educación, no debiera circunscribirse a situaciones de emergencia. También es una estrategia competitiva frente a la oferta desbordante de la modalidad online. Todo ello, sin perder de vista el fin social que puede lograr la virtualidad. Llevar la universidad a zonas alejadas en tiempos de desigualdades sociales y brechas regionales, debe ser una política institucional que marque mayor presencia de la universidad en la sociedad.
- La educación universitaria post pandemia: Cuando las sociedades vuelvan a nuevas normalidades, la educación superior deberá iniciar una etapa de redeficiones (Informe Final "Covid-19 y educación superior: De los efectos inmediatos al día después", del Instituto Internacional de la Unesco, para la Educación Superior en América latina y el Caribe, abril 2020) Uno de los conceptos a replantear es la noción misma de Presencialidad. ¿Podremos hablar de presencialidad usando plataformas que permiten conectarnos estando en espacios remotos y diferentes? ¿Logramos cercanías en clases presenciales centradas en el docente que sabe y el alumno que, en silencio, escucha? ¿Acaso hay algo más remoto a los jóvenes que aquellas clases magistrales, donde se fomenta la memorización de contenidos, sin la posibilidad de plantear críticamente una posición distinta? ¿Son las puertas y paredes las que marcan la presencialidad en un aula?
- Para no perder el rumbo: Sí hemos de embarcarnos en una educación superior a distancia sostenida, debemos tener presente el proyecto institucional (misión, visión y valores) que nos impulsa. Las crisis pueden ser una oportunidad favorable, siempre que no perdamos la brújula que marca el norte. Nunca más oportuna la frase de Séneca: "no hay viento favorable para el barco que no sabe a dónde va".
Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora. Instituto de Bioética de la UCCuyo.
