La crisis económica de Latinoamérica se conjuga con la social, lo que hará más difícil solucionarla.

El Covid-19 ha supuesto el mazazo definitivo para la década dorada de Latinoamérica (2003-2013), cuyo rédito se ha esfumado con la peor recesión en más de un siglo, y aleja a la región una vez más del salto definitivo al desarrollo, acercándola a un escenario de visos turbulentos, con retrocesos sociales y un incierto panorama político. En el mundo anterior a la pandemia, se esperaba que el crecimiento de la región repuntase tenuemente tras cinco años de estancamiento. La Comisión Económica para América latina y el Caribe (Cepal) proyectaba que el producto bruto interno (PBI) latinoamericano, que apenas se expandió un 0,1 % en 2019, creciese este año un 1,3 %. Pero la realidad hizo saltar por los aires cualquier predicción: Latinoamérica sufrirá la peor recesión desde que se tienen datos hace 120 años al desplomarse su economía en torno al 8 %, según prevén varios organismos internacionales, y el PBI per cápita caerá un 9,9 % sólo este año, hasta niveles de 2010. "Somos la región que va a tener el mayor impacto económico y el mayor impacto en salud (del mundo en desarrollo)”, explicó la secretaria ejecutiva de Cepal, Alicia Bárcena, que achaca esto a "los sistemas de bienestar insuficientes y fragmentados” y "una estructura productiva poco diversificada”.

"Esta crisis va a durar más de lo que todo el mundo hubiera esperado”, agregó la jefa del órgano dependiente de la ONU, que ha elaborado tres posibles escenarios de recuperación.

Si la región creciera al 0,4 %, la tasa promedio del último sexenio, el nivel del PBI de 2019 no se alcanzaría en la próxima década. Si se mantuviera una tasa del 3 %, solo se alcanzaría en 2023, mientras que con el crecimiento mostrado en la última década (1,8 %) se alcanzaría en 2025.

Cualquiera de las tres proyecciones pone a la región frente a otra "década perdida” como la vivida en los años 1980: "La pérdida social siempre tarda mucho más tiempo en recuperarse que los niveles económicos”, enfatizó Bárcena.

Para aquellos en situación de pobreza el retroceso puede llegar a ser de 15 años y para los que se encuentran en pobreza extrema incluso de 30. Se calcula que la tasa de pobreza puede dispararse este año hasta el 37,3 %, lo que equivale 231 millones de personas, unos 45,4 millones más que en 2019, que se suman a los 21 millones que ya habían vuelto a ser pobres desde que se acabó la época dorada. Mucho ha tenido que ver en esto los más de 34 millones de empleos destruidos por la crisis del covid-19, las 2,7 millones de empresas que han echado el cierre, la tasa de ocupación más baja de la historia (51,1 %) y el 20 % de ingresos laborales perdidos, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Por eso, la crisis del covid-19 supone un paso atrás de gigante para Latinoamérica, insalvable a corto plazo, en su marcha directa hacia el cierre de sus brechas socioeconómicas emprendida tras aquellos años de inusitada bonanza por los altos precios de las materias primas. "Una década perdida es un retroceso enorme y por eso debe haber un cambio de paradigma”, apuntó Bárcena. "Lo primero que requerimos son políticas monetarias y fiscales expansivas convencionales y no convencionales. El estímulo fiscal que han puesto los países este año, que ha sido del 4,1 %, va a tener que extenderse a 2021 y 2022, por lo menos, pero a los países no les va a alcanzar y tendrán que ir al mercado internacional”, agregó.

De lo contrario, el desempleo, los bajos salarios, el precio de algunos servicios básicos y la percepción de desprotección por parte del Estado pueden catalizar un descontento social generalizado que se hizo notar incluso antes del Covid-19 en algunos países como Chile.

Receta para un nuevo pacto social

Para la directora de estudios macroeconómicos del CAF, Adriana Arreaza, es innegable que en algunos países habrá una demanda hacia los gobiernos "por una mayor participación del Estado en protección social, seguros de desempleo funcionales y mejores sistemas de salud, lo que sin duda requerirá mayor gasto que deberá ser financiado de manera sostenible”. "Esto también te habla de un pacto social porque lo tiene que pagar alguien. En América latina ya hemos tenido bastantes crisis de deuda como para no entender que, si queremos gastar más y tener estados con mejor cobertura, hay que pagarlo”, recordó. Según Arreaza, la receta para atender esas demandas sin endeudarse en exceso y hacer que esta década perdida no se alargue más de lo previsto debe ser mejorar la recaudación fiscal y aumentar la formalización y la productividad, pero sin abandonar todavía las políticas extraordinarias de estímulo a la demanda puestas en marcha durante la pandemia.

"Esto es algo muy complicado, sobre todo en una situación social que pueda complicar los acuerdos políticos. Entraña retos importantísimos para la región”, advirtió Arreaza, especialmente para países como Argentina y Ecuador cuyas economías fueron recientemente rescatadas por el FMI.

 

Por Fernando Gimeno y María M.Mur
Agencia EFE